AIS - Cono Sur

AIS - Cono Sur
Argentina - Chile - Perú

por Herbert Mujica Rojas

14-2-2002


Hay sectas cuyo accionar provoca un profundo daño en la sociedad, lo cual aún no ha sido materia del estudio imprescindible de quienes se jactan de “analistas” y “exégetas” de la realidad social. Por el flagrante desconocimiento del problema sectario en el Perú tenemos la obligación de promover el abordaje de esta problemática entre los periodistas, sociólogos, antropólogos, médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados y demás profesionales involucrados y comprometidos con el desarrollo democrático del país y dispuestos a condenar cualquier acto que viole los derechos humanos de toda persona y, en especial, su derecho a la libertad de consciencia.

Este trabajo, producto de múltiples horas de trabajo en Lima, Arequipa y otras partes del país y Latinoamérica pretende cumplir un papel pedagógico al denunciar al Sodalitium Christianae Vitae, grupo fascista por convicción y temperamento, y su cancerosa acción al interior de la sociedad peruana. Puédese discrepar de él, de pronto suscita opiniones violentamente contrarias, pero lo que sí va a ser imposible es ignorarlo.

Pocos meses atrás en El totalitarismo católico en el Perú, tesis que en su edición príncipe incluyó menciones a las baladronadas que acostumbra impulsar el Sodalitium, denunciamos cómo, a partir del Concordato, vínculo internacional no sancionado por ningún Congreso, la Iglesia Católica vive a expensas del no pago de tributos y además de los miles de dólares que sus principales funcionarios se embolsican cada mes, sin trabajar, sin merecerlo y en una constante expoliación del pueblo peruano, que no tiene cuando terminar porque se hace en nombre de una “fe” tradicional y que en realidad ha constituido la continuación de un robo que ya supera los 500 años de permanencia insolente en el país. Este mismo Concordato es el que, amparando a la Iglesia Católica, favorece legalmente el expansionismo sodálite y es el que utiliza esta secta para proteger sus inversiones.

Lea pues, amigo lector, estas procelosas páginas con ojos críticos, compulse fuentes, acuda a testimonios, revise materiales, proponga una refutación científica, orgánica. A una idea se la combate con otra. Al sectarismo difundido por el Sodalitium le denunciamos en la comisión de múltiples actividades que son fácilmente comprobables en diarios y publicaciones. A las sectas hay que enfrentarlas con decisión y valentía indómitas. El fanático sabe que cuando tiene a adversarios de ese jaez sólo tiene una opción: luchar o morir. Y puedo anunciar, sin jactancia, pero premunido de la verdad verdadera, que habemos muchos dispuestos a erradicar la presencia de estos disociadores y su prédica retrógrada, exaltadora de principios antidemocráticos y profundamente racistas.

05-abril-2016

26.10.15

AméricaTV, Cuarto Poder: Sodalicio, surgen más denuncias de ex-integrantes por abuso sexual (vídeos)



- Vídeo 1: minuto 13:48 aprox. aparece el Dr. Héctor Guillén Tamayo, miembro fundador de AIS-Cono Sur:
http://www.americatv.com.pe/cuarto-poder/reportaje/sodalicio-surgen-mas-denuncias-exintegrantes-abuso-sexual-noticia-35095?ref=ivmv

- Vídeo 2:
http://www.americatv.com.pe/cuarto-poder/reportaje/sodalicio-surgen-mas-denuncias-exintegrantes-abuso-sexual-noticia-35095

¿Cuál es el destino judicial y eclesiástico de estas denuncias y del mismo Luis Fernando Figari, hoy de retiro espiritual en Roma?
Nuevos testimonios de ex miembros del Sodalicio de Vida Cristiana confirman los abusos y daños irreparables que sufrieron jóvenes por parte del fundador y líder de esta congregación, Luis Fernando Figari Rodrigo, así como de otros líderes espirituales de esa organización.
“En el año 1991 previamente a ingresar a la comunidad, Luis Fernando Figari se aparece una madrugada y nos dice quítense la ropa y quédense en calzoncillos y recuerdo a alguien filmándonos, como en este momento”, reveló a Cuarto Poder el exsodalite Oscar Osterling.
Una cadena de abusos psicológicos, físicos y hasta sexuales que se inician con técnicas de manipulación en la que un adolescente pierde su identidad, el derecho a tener ideas propias, reprimir su sexualidad y practicar la obediencia absoluta hacia su líder en nombre de Dios.
Oscar Osterling formó parte del Sodalicio durante dos décadas. Entregó los mejores años de su vida al servicio de esa congregación católica ultraconservadora.
Pero el 2011 decidió salirse de ella cansado de los maltratos psicológicos a los que fue sometido en los últimos cuatros años. El Sodalicio lo castigó y lo envío a Colombia contra su voluntad, por una falta que ellos consideraron muy grave: haberse enamorado de una chica.
“No llego a nada sencillamente había una amistad. A mí me marcó muchísimo. Fue un abuso de autoridad, querían que a través de los test proyectivos apareciera algo. Ellos me decían tú vas a hacer los que diga Luis Fernando”, indicó.
Años después, Osterling denunció estos hechos ante el Tribunal Eclesiástico y se entrevistó con su presidente, el sacerdote Víctor Huapaya.
“Fui a hablar con el padre Huapaya y me dice que no han avanzado nada. Yo ya envíe las denuncias a Roma hace tiempo y me dice que cree que hay alguien en Roma del Sodalicio atajando las denuncias, se refería al Procurador”, recordó.
También denunció prácticas ilegales del Sodalicio, como la vulneración del secreto de sus comunicaciones. En el libro de Pedro Salinas también se hace referencia a la intervención de la correspondencia de los que vivían en comunidad.
Pero de acuerdo a los testimonios brindados por exsodálites, Luis Fernando Figari no sería el único que habría practicado la pederastia al interior de esa organización.
El ya fallecido German Doig, el llamado vicario del Sodalicio y quien fuera en su momento el número dos de esa comunidad, también fue acusado de violación por tres de sus víctimas y esto provocó que su trámite de beatificación iniciado en Roma se paralice.
También otros dos sodálites consagrados muy allegados a Luis Fernando Figari fueron acusados por el mismo delito: violación. Daniel Beltrán Murguía Ward y Jeffrey Daniels.

¡Imperdible!



Fin de la Portada

domingo, 30 de enero de 2011

Cinismo eclesiástico: el Papa encubridor de pederastas y sus cómplices

Cinismo eclesiástico: el Papa encubridor de pederastas y sus cómplices (I)
Fernando Bermejo

http://www.tendencias21.net/crist/Cinismo-eclesiastico-el-Papa-encubridor-de-pederastas-y-sus-complices_a724.html


La anterior “Apología de nuestro padre Marcial Maciel” no fue solo un intento de abordar un tema extremadamente grave con cierto humor (negro), sino empezar a mostrar hasta dónde llega, en el caso de la pederastia eclesiástica (como, por lo demás, en tantos otros), el autoengaño más penoso y las mentiras más burdas y repulsivas. Hoy y la próxima semana constataremos otro caso combinado de autoengaño y mentira, que es además –dicho sea de paso– el que ha sugerido una serie que nos tendrá largamente entretenidos.


Existen maneras muy distintas de prestar servicios al mal, y una de las más paradójicas –pero muy frecuentes– consiste en crear bonitas ilusiones a base de falsear la realidad y cometer injusticias. Este es el caso de un libro reciente, publicado por la editorial Desclée de Brouwer, titulado Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pederastia. El autor es un sacerdote católico, director de una revista católica, cuyo nombre prefiero piadosamente omitir. No solo porque el nombre de esta persona no parece merecer –como se verá enseguida– propaganda alguna, sino también porque no me interesa exponer aquí los límites de un individuo determinado, sino de un modo de hacer las cosas y de un discurso que hoy la Iglesia católica, como institución, está manteniendo. En efecto, este libro es la expresión de otra vuelta de tuerca del interminable cinismo eclesiástico.


De hecho, el libro como tal carece de calidad: está escrito a todas luces con mucha precipitación, en buena parte siguiendo el método de “cortar y pegar”, y con claras deficiencias de documentación, por alguien carente de especial talento literario y argumentativo. Muchas páginas no hacen sino reproducir documentos eclesiásticos conocidos, y las páginas en que se constatan los abusos de pederastia hablan de cosas ya conocidas y anteriormente expuestas. Esta falta de calidad no ha sido, empero, óbice para su publicación. Dada la amplia red de editoriales de las que dispone la Iglesia católica, el cura que escribe un libro en este país tiene asegurada su publicación, máxime si de lo que se trata es de hacer apología de Su Santidad. (Para quien esté interesado en libros de calidad sobre el tema –en cuanto a investigación, capacidad analítica, cuidada prosa, voluntad de verdad e interés teórico, me permito recomendarles ya el del sociólogo y psicoanalista mejicano Fernando M. González: Marcial Maciel. Los legionarios de Cristo. Testimonios y documentos inéditos, Tusquets, Barcelona, 2010; lo comentaremos pronto en este blog).


La tesis del libro Tolerancia cero es muy fácil de enunciar, y está contenida ya en su mismo título: en la Iglesia católica ha habido en los últimos años no pocos casos de pederastia en diversos países, que han sido tapados con la complicidad de muchos obispos y cardenales (en ocasiones, también ellos pederastas). Sin embargo, la cristiandad puede estar tranquila: su santidad el Papa Benedicto XVI ha lanzado una política de “tolerancia cero”. Este hombre bueno y sensible, que derrama lágrimas (las lágrimas del Papa se citan en varios lugares del libro, empezando por el prólogo, como muestra de sublimidad moral) y al que las víctimas le agradecen que les dedique unos pocos minutos de su tiempo, no deja de hablar contra la pederastia allí donde va. Azote y martillo de pederastas, ha emprendido una "cruzada" contra la lacra de la pederastia –y, de paso, contra toda corrupción eclesial–. Los católicos nada deben temer. La roca de Pedro es la encarnación de la moralidad: la oscuridad y los abusos son ya cosa del pasado. A partir de ahora: tolerancia cero. “El papa no forma parte del problema, sino que es el principio de la solución”.


Ojalá la tesis de este libro –este cuento de hadas– fuera cierta. Ojalá. Por desgracia, la realidad refuta la fantasía. Dejando aparte el hecho de que el autor –como, por lo demás, los analistas eclesiásticos de turno– nunca plantea siquiera la pregunta de cuáles pueden haber sido las verdaderas dimensiones de los abusos sexuales perpetrados por los miembros del sacerdocio a lo largo de la Historia, la idea de que ha empezado una nueva era gracias a un moral Benedicto XVI es falsa. Penosa y rotundamente falsa. Flagrante y demostrablemente falsa.


Para abrir boca, comencemos con algún ejemplo del modo sibilino en que el autor, en momentos clave, crea un discurso confuso y tergiversa la verdad:


“En noviembre de 2004, Juan Pablo II, ya enfermo y bajo la férula de una curia desbocada y comandada por el cardenal Sodano, abrazaba y elogiaba públicamente a Marcial Maciel. Desde las oficinas de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal bávaro Joseph Ratzinger, recelaba del abrazo. Conocía lo que se iba acumulando sobre su mesa de trabajo”.


En este párrafo, las verdades (ciertamente, en la eucaristía que celebró el 60º aniversario de la ordenación sacerdotal de Maciel, se leyó una carta elogiosa del Papa Juan Pablo II) se entreveran sutilmente con las medias verdades, con falsedades, y también con lo que se deja sin decir ni explicar. La mención de la enfermedad de Wojtyla, ¿está destinada a minimizar la responsabilidad de este en su respaldo a Maciel? Pero el autor sabe perfectamente que este papa llevaba décadas apoyando a Maciel, quien acompañó a Juan Pablo II en numerosos viajes a México y del que obtuvo nombramientos de consultor en diversos ámbitos eclesiásticos. Y ¿el papa está bajo la férula de su curia, y no al revés? Y la curia de la Iglesia a finales de 2004 ¿estaba “desbocada”? ¿Está compuesta la curia romana por caballos, no por seres humanos responsables? Inquietante, ¿no? Y la curia romana “desbocada”, ¿por qué arte de birlibirloque ha dejado de desbocarse? ¿Así que Sodano es el chivo expiatorio? (pregúntense Vds. cuál habría sido la versión si, en lugar de Ratzinger, Sodano hubiera sido elegido papa). ¿Y Ratzinger “recela del abrazo” por lo que “se iba acumulando”? ¿Desde cuándo “se iba acumulando” algo sobre su mesa, si hasta seis días después de la fecha a la que el autor se refiere Ratzinger no dio luz verde para abrir una investigación? Ah, pero… ¿es que entonces Ratzinger sabía algo ya desde antes…? Pero si sabía o sospechaba ¿desde cuándo? ¿Y por qué no mandó abrir antes una investigación? Y si Ratzinger sabía cosas, cosas tan graves como para recelar del abrazo a Maciel, ¿es que se las ocultó al Papa? ¿Es que permitió a sabiendas que Juan Pablo II apoyara públicamente a un abusador de menores? Sobre todas estas cuestiones, el señor cura corre un tupido velo.


Por el momento dejaremos aparcado el tema de Karol Wojtyla, un individuo cuya indudable clarividencia moral y espiritual le llevó a apoyar durante décadas, hasta el mismísimo final de su mandato, a un pederasta y morfinómano sobre el que –como veremos– pesaban denuncias e investigaciones desde los años 50 en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. No hay duda de que a Karol el Espíritu Santo le inspiraba de manera francamente especialísima. Centrémonos ahora en Ratzinger. El autor habla de:


“La política de tolerancia cero de Benedicto XVI, no sólo contra la pederastia, sino contra todo tipo de corrupción eclesial”


Para “probar” su aserto, el autor cita una gran cantidad de bonitas declaraciones papales contra la pederastia, extraídas de los últimos cuatro años: que si la carta a los obispos de Irlanda, que si declaraciones en Roma, en USA o en Australia. Página tras página, el autor desgrana los discursos y escritos de Benedicto XVI (también, en ocasiones de otros: las inspiradas palabras de Rouco Varela merecen al menos dos páginas enteras). Ahora bien, ¿qué prueba eso, sino que los jerarcas eclesiásticos son expertos en palabrería? ¿Qué esperaba este señor que dijeran el Papa y los cardenales –aunque algunos han dicho que las cosas no son tan graves– en documentos públicos en un momento en que eran el centro de las miradas de la opinión pública porque víctimas y periodistas habían destapado los desmanes eclesiásticos? ¿Tal vez que publicaran unas “Instrucciones del Vaticano a los sacerdotes sobre cómo bajar los pantalones a los nenes”, o tal vez una “Lista de eximentes para los buenos pederastas, con la promesa final de la salvación eterna”? Es obvio, señor cura, que lo que vamos a oír ahora son condenas, ¿no? Pero es obvio que esas condenas no prueban absolutamente nada, porque, como dice el Evangelio y es obvio, a las personas no se las conoce de verdad por sus palabras, sino por sus obras. ¿Es que el señor cura aún no ha aprendido esta lección tan elemental? Pues parece que no.


Pero veamos otro ejemplo del peculiar modo del autor de contar los hechos:


“[Marcial Maciel] fue acusado como abusador sexual por algunos miembros de la congregación y estudiantes de los establecimientos de los legionarios, particularmente a partir de 1997”


¿Qué significa “particularmente”? El autor del libro da a entender a sus lectores que las jerarquías de la Iglesia Católica sabe de las acusaciones contra Maciel solo a finales del s. XX. Esta es otra manera de tergiversar la verdad. En efecto:


1) En 1944, Maciel (que tenía entonces 24 años) fue acusado, ante el obispo de Cuernavaca, por abuso sexual a un joven de su institución.



2) Entre 1948 y 1950, Maciel fue acusado ante la Sagrada Congregación de Religiosos (SCR), por mentiras y usos indebidos tanto de la dirección espiritual como de la confesión.



3) En 1954, fue acusado ante el arzobispo primado de Méjico por uso indebido de la confesión y por adicción a la morfina, en carta que este envió a la SCR.



4) En agosto de 1956, ante la SCR, Marciel fue acusado de abusos sexuales y adicción a la morfina, lo que trajo como consecuencia su primera suspensión (aunque no solo hizo lo que quiso en ese período, sino que –ya veremos cómo– volvió pronto a ser autorizado).



5) En abril de 1962, ante la SCR, fue acusado por el vicepresidente del colegio Oficial de farmacéuticos de San Sebastián, Manuel Castro Pérez, de toxicomanía, y de intentos de soborno a él mismo y a la policía española; el asunto llegó a la Sagrada Congregación de Religiosos (aunque, de nuevo, la eficaz intervención de altas instancias eclesiásticas echó tierra sobre el asunto)...


¿Hace falta seguir? Nuestro autor prosigue:


“Benedicto XVI […] alguien a quien injustamente se le acusa de mantener un ‘silencio cómplice’ ante la depravación”.


“Si ha habido un caso que resulta ser paradigmático en la lucha de la Iglesia contra la pederastia y los abusos del clero a menores ha sido el del P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, un sacerdote influyente en los ámbitos vaticanos. Es una muestra más de que nadie escapa a la reforma emprendida por el Papa. Incluso debajo de las propias alfombras vaticanas hay que limpiar”.


¿Papa “injustamente acusado”? El caso Maciel, ¿“caso paradigmático en la lucha de la Iglesia contra la pederastia”? Uno se pregunta si ha leído bien. Pero sí: ha leído bien. Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tralará.


Empecemos, pues, a llamar a las cosas claramente por su nombre.


1º) A cualquier individuo que tenga una idea aproximada de cómo funciona este mundo le resultará francamente muy difícil de creer que Joseph Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe desde 1981, no supiera quién era realmente Marcial Maciel antes de febrero de 1997. No solo porque en las altas esferas estas cosas se saben, sino también porque, como hemos visto, a diferencia de lo que el autor del libro da a entender, diversas acusaciones se habían efectuado contra Maciel –la mayor parte llegaron a Roma– desde hacía medio siglo. Aparte de casos ya citados, en 1983 –ya en época de Ratzinger en la prefectura– salieron a la luz en México los abusos sexuales de algunos sacerdotes de los Legionarios de Cristo (salieron a la luz porque algunas madres de niños abusados interpusieron denuncias en los tribunales civiles), etc. ¿Ratzinger carecía de elementos de juicio en los años 80…?


2º) Pero incluso si se prefiere creer que Ratzinger estuvo en babia durante décadas, no pudo ignorar las denuncias que salieron a la luz el 23 de febrero de 1997, cuando los periodistas Jason Berry y Gerald Renner, de The Hartford Courant (Hartford, Connecticut, USA) publicaron su artículo-denuncia en el citado diario. Y desde luego tampoco ignoró las dos denuncias posteriores, una presentada por el abogado de la archidiócesis de México, el sacerdote Antonio Roqueñí –el 17 de octubre de 1998– ante la canonista acreditada por el Vaticano Martha Wegan (y de manera aún más formal el 18 de febrero de 1999). Y la otra, presentada en 1999 directamente a Ratzinger por el obispo mejicano Carlos Talavera, de parte del entonces sacerdote Alberto Athié, quien se había comprometido con un exlegionario ya fallecido en tristes circunstancias a entregar su testimonio. A estas alturas, es claro como el agua clara que en 1997 Ratzinger ya sabía al menos una parte de lo que había (y podía imaginarse el resto).


3º) Ratzinger sabía, pero decidió echar tierra sobre el asunto. En 1999, ante la imposibilidad del sacerdote Alberto Athié para acceder a Ratzinger y denunciar lo que sabía, el obispo mejicano Carlos Talavera se entrevistó con Ratzinger para contarle lo que se sabía sobre los abusos. Según el obispo le contó luego a Athié, la respuesta del gran Ratzinger fue, palabra más, palabra menos, la siguiente: “Lo lamento, pero no es prudente hacer nada en este caso. Marcial Maciel es una persona muy allegada al Papa y además ha hecho mucho bien por la Iglesia”.


¡Qué grandes verdades salen de la boca de Ratzinger (verdades, claro, que el señor cura no cita)! Marciel aportaba a la Iglesia vocaciones –con niños a menudo abusados y abusadores–, y era uno de los principales recaudadores de fondos para la Iglesia católica entre las elites; alguien que recaudaba anualmente muchos millones de dólares (de hecho, como veremos, un factor determinante para la reinstauración de Maciel en su puesto en 1958 parece haber sido su capacidad recaudatoria), que entre otras cosas sirvieron para hacer –según testimonio de numerosos exlegionarios– regalos personales y generosas cantidades en metálico a jerarcas eclesiásticos durante décadas.


Que este mensaje fue el que dio Ratzinger al obispo Talavera lo corroboran:


A. Las declaraciones de la canonista Martha Wegan, quien dijo al sacerdote Antonio Roqueñí y a José Barba – representante de los ocho exlegionarios denunciantes – lo que Ratzinger y los suyos le habían dicho: “Señores, me indicaron que el asunto era muy delicado y está retenido indefinidamente. No hubo más explicación”. (Por cierto, según testimonio de José Barba, Wegan comentó que era “mejor que ocho hombres inocentes sufran injusticia y no que miles de fieles católicos pierdan la fe").



B. El hecho incontrovertible de que Ratzinger no autorizó la apertura de una investigación contra Maciel hasta transcurridos más de cinco años. Hasta finales de 2004 (con Marciel Maciel con 84 años cumpliditos), Ratzinger no autoriza una investigación. Hasta entonces, Ratzinger no hizo nada más que impedir la investigación.


Solo un tarado mental, un cobarde o un cínico impenitente puede negar esta evidencia: la pura, simple y dolorosa verdad es que Joseph Ratzinger ha sido –como tantos de sus obispos y de sus cardenales (algunos de ellos, también ya confesos pederastas)– un encubridor de pederastas. Y que, como tal, debería ser juzgado por los tribunales (no lo será).


Y el autor de Tolerancia cero –al igual que las legiones de buenos cristianos que comparten sus ideas– es, con su apología de Ratzinger, un servil cómplice de un encubridor de pederastas (que debería enrojecer de vergüenza por haber escrito el libro que ha escrito; no enrojecerá).


Pero ¿por qué Ratzinger permitió abrir una investigación a finales de 2004? La próxima semana analizaremos este dato, al hilo de las falsedades del libro mencionado, cuyo autor –como fácilmente se comprueba– distorsiona la realidad a su antojo, mintiéndose a sí mismo y ante los demás sobre cuestiones esenciales de modo cínico y lamentable.



Cinismo eclesiástico. El Papa encubridor de pederastas y sus cómplices (II)
Fernando Bermejo



http://www.tendencias21.net/crist/Cinismo-eclesiastico-El-Papa-encubridor-de-pederastas-y-sus-complices-II_a731.html


La semana pasada argumentamos que la idea de que la Iglesia Católica ha cambiado radicalmente su política hacia la pederastia gracias a la supuesta “cruzada” contra esta lacra-delito emprendida por Benedicto XVI es nítida y totalmente falsa. La razón de esta falsedad no estriba únicamente en la sabiduría de sentido común según la cual una institución una parte sustancial de cuyos miembros ha cometido y/o encubierto de manera sistemática actos viles no puede cambiar por arte de birlibirloque su naturaleza, sino también en el hecho concreto de que Joseph Ratzinger, aun conociendo a más tardar desde febrero de 1997 la fiabilidad de las acusaciones de varias víctimas contra Marcial Maciel, durante casi 8 años (hasta diciembre de 2004) no hizo absolutamente nada para poner coto a los desmanes de este. Los hechos prueban que Ratzinger es un encubridor de pederastas.


¿Pudo Ratzinger en 1997, 1998, 1999 hacer algo significativo, tomar el partido de las víctimas? Por supuesto que habría podido, si –tal como postula la teología cristiana- el ser humano tiene, a pesar de sus muchos condicionantes, libertad para tomar decisiones.


¿Quiso Ratzinger tomar el partido de las víctimas? Evidentemente, no. Que sepamos, desde 1997 a 2004 Ratzinger no estuvo maniatado, ni encerrado en una mazmorra, ni nadie le quitó su pluma para escribir. Que Maciel contara con importantes apoyos en la curia no habría podido impedir a Ratzinger, el Panzerkardinal, hacer aquello a lo que su conciencia moral le habría obligado. Evidentemente, el amor por la verdad y la justicia de Ratzinger no superaba su afán de tranquilidad y sus propias ambiciones.


Entretanto, Marcial Maciel seguía haciendo de las suyas, y las víctimas de abusos –recordémoslo: niños y adolescentes violentados, que décadas después todavía sufrían los efectos de los abusos sufridos–, a su vergüenza y a sus traumas debían añadir el inmenso sufrimiento moral que supone el hecho de que, habiendo denunciado hechos gravísimos, los representantes institucionales de la Iglesia católica –a la que muchas de ellas seguían perteneciendo– se comportaran como si ellos no existieran. Esta ausencia de reacción supone un desprecio, un mentís a la credibilidad de las víctimas. Joseph Ratzinger pisoteó la verdad y despreció el sufrimiento de las víctimas, lo que muestra la verdadera catadura moral de “Su Santidad”.


Dicho sea de paso, y para evitar equívocos: esto no demuestra en modo alguno que Ratzinger sea un sujeto, desde un punto moral, especialmente malo. En absoluto. Ratzinger se muestra en esto un sujeto muy normal: el típico dignatario eclesiástico, para el que la verdad y la justicia carecen de toda significación ante los intereses de imagen de su corporación (y quizás también, como veremos enseguida, ante su propio afán de medrar). Ratzinger no es ni mejor ni peor que muchos miles como él en las filas de la Iglesia: es, simplemente, uno más del ejército de (predecibles) funcionarios.


Todo lo anterior demuestra que el autor de Tolerancia cero, según el cual Ratzinger es acusado “injustamente” de haber mantenido un silencio cómplice, acumula en su libro falsedad sobre falsedad.


Una vez establecidas las falsedades fundamentales de la idea de la “tolerancia cero”, cabe plantear ahora por qué Joseph Ratzinger, que durante casi ocho años impidió cualquier investigación (y además modificó, el 18 de mayo de 2001, el canon 1378 eliminando la no prescripción del delito absolutio complicis, algo que favoreció a Maciel), permitió la apertura de una investigación a comienzos de diciembre de 2004: el 2 de diciembre los exlegionarios denunciantes reciben una llamada de la canonista Martha Wegan en este sentido. Esta apertura es presentada, por el autor de Tolerancia cero, como una suerte de hazaña moral por parte de Ratzinger, lo cual –en vista de su inacción durante tanto tiempo– constituye otra evidente falsedad. Pero si lo que motivó tal apertura no fue el amor por la verdad ni por la justicia, ¿qué fue? ¿Por qué Ratzinger autoriza la apertura de una investigación a finales de 2004?


A Ratzinger, haber iniciado una investigación en 1997, 1998 ó 1999 solo le habría acarreado muchos problemas: ante todo con su jefe, Juan Pablo II, que apoyó siempre a Maciel (no fue el único pederasta al que apoyó); y con sus compañeros de la curia, varios de los cuales apoyaban a Maciel. Tomar el partido de las víctimas habría supuesto para Ratzinger entrar en conflicto con otros jerarcas, ver mermados sus apoyos y minimizar sus futuras posibilidades de ascenso y de ser papable.


Ahora bien, en diciembre de 2004 se daban las siguientes circunstancias:


1ª) Ya había pasado el 26 de noviembre, fecha en la que se habían celebrado solemnemente en Roma los 60 años de la ordenación sacerdotal de Marcial Maciel, con la presencia de muchos obispos y cardenales y el apoyo explícito de Juan Pablo II, quien se refirió por escrito –santo subito– a la “significativa fecundidad espiritual” de la vida de Marcial Maciel.


2ª) Para entonces, nadie debía ya temer nada de los resultados de tal investigación. A finales de 2004, Wojtyla estaba muy enfermo y se sabía que no iba a durar mucho. Para cuando la investigación hubiera terminado, el papa Juan Pablo II habría dejado el mundo de los vivos (como de hecho ocurrió, exactamente 4 meses después: el 2 de abril de 2005). Para entonces, el propio Maciel –que al comenzar la investigación tenía ya 84 años cumplidos–, si no estuviera muerto (murió en 2008), sería ya demasiado mayor, y por tanto sería tanto más fácil utilizar la coartada de la caridad para no abrir un proceso contra él (recuerden el caso Pinochet y tantos otros). Esto fue, como veremos enseguida, exactamente lo que sucedió.


3ª) Una vez que nadie tenía nada que perder a esas alturas, Ratzinger tenía mucho que ganar. En efecto, ¿podía arriesgarse Ratzinger a que Juan Pablo II muriera sin haber hecho absolutamente nada contra Maciel, y por tanto a que todo el mundo le señalara luego como cómplice? La respuesta es: No. Era un juego demasiado peligroso. En el juego hipócrita de las componendas y los compromisos en que se mueve la mediocridad moral, tomar partido por las víctimas habría significado una decencia excesiva, pero no hacer absolutamente nada cuando se avecinaba un cambio de pontífice y Ratzinger se sabía papable, habría sido una indecencia excesiva (en otras palabras, y para hablar en román paladino: se le habría visto demasiado el plumero).


La graciosa autorización de la apertura de una investigación en diciembre de 2004 parece no haber sido otra cosa que una jugada estratégica de Ratzinger para salvar las apariencias. De hecho, ni siquiera sobre Maciel tuvo especiales consecuencias, pues cuando se emite el comunicado de la “Santa Sede” de mayo de 2006, en virtud de la edad avanzada del padre Maciel y su frágil salud, se renuncia a todo proceso canónico y se le invita, simplemente, a una “vida reservada de oración y penitencia”. En ningún lugar del comunicado se mencionan sus delitos ni a las víctimas del abuso sexual.


De todo lo anterior se deduce que atribuir a la acción de Ratzinger en el caso Maciel algún significado decente y presentar este caso como prueba de la existencia de una supuesta “cruzada” de Benedicto XVI contra la pederastia es algo que solo puede hacer un ciego o un idiota moral. El triste hecho, por supuesto, es que el mundo en que vivimos está literalmente plagado de tales idiotas morales.


La próxima semana acabaremos de analizar las falsedades y el grado de cinismo de la fantasía según la cual Benedicto XVI es el paladín de una renovación de la Iglesia católica en lo que respecta a la pederastia y otras corrupciones.





Cinismo eclesiástico. El Papa encubridor de pederastas y sus cómplices (III)
Fernando Bermejo


http://www.tendencias21.net/crist/Cinismo-eclesiastico-El-Papa-encubridor-de-pederastas-y-sus-complices-III_a738.html



Tras haber mostrado que Joseph Ratzinger es objetivamente un encubridor de pederastas, en nuestro post anterior argumentamos que la autorización de la apertura de una investigación sobre Marcial Maciel en diciembre de 2004 no solo no tiene valor ético alguno, sino que todo apunta a que forma parte de una estrategia para salvar su imagen. En esas fechas, todo lo que podría sacar Ratzinger de su autorización para una investigación eran ganancias personales.


Hay un enésimo dato, no citado en posts anteriores, que corrobora esta lectura: a finales de abril de 2004, es decir, más de siete meses antes de autorizar la apertura de una investigación, el exsacerdote católico y exlegionario de origen chileno D. Patricio Cerda Silva se entrevistó con Joseph Ratzinger y le entregó un dossier con varios testimonios de personas abusadas en los Legionarios de Cristo (agradezco precisiones sobre esta noticia al propio Patricio Cerda, a quien sirvió de intermediario el cardenal chileno Jorge Medina). Que Ratzinger no hiciera nada hasta diciembre de 2004 corrobora su desinterés por la justicia real y por las víctimas reales.


La idea de que Benedicto XVI es el paladín de una cruzada anti-corrupción es, pues, una pura y simple fantasía, desmentida por los hechos y por el más elemental sentido común. Es, sin embargo, una fantasía que está llamada a triunfar y a imponerse como la “verdad” que se contará en el futuro a niños y mayores. Una fantasía piadosa que casa muy bien con la beatificación y futura canonización de Juan Pablo II, protector sistemático y elogiador de pederastas, a la que da luz verde un encubridor de pederastas. Como en la Mafia, todo queda en casa.


[Por cierto, quienes han dictaminado que “tras una cuidadosa investigación” Juan Pablo II no sabía nada de las actividades criminales de diversos individuos a los que apoyó son los cardenales que forman parte de la misma jerarquía que ha estado hasta ahora encubriendo sistemáticamente los abusos (y algunos de los cuales han sido elevados a sus dignidades por el propio Wojtyla). ¿Cuál sería, mutatis mutandis, la credibilidad de un dictamen exculpatorio de Pinochet emitido por sus propios generales…? El cinismo eclesiástico –y las tragaderas de su grey– no conocen límites].


Cualquier persona que no tenga su conciencia moral atrofiada percibirá fácilmente que el problema de la inacabable sarta de falsedades de la idea de la “Tolerancia cero” no estriba solo ni principalmente en la propagación de falsedades como tales, sino en que estas son deletéreas desde un punto de vista ético (si verum, bonum et pulchrum convertuntur, lo mismo ocurre con sus contrarios), y ello, al menos, en tres sentidos:


1º) La fantasía del Ratzinger paladín moral constituye, ante todo, y quiérase o no, un insulto a las víctimas cuyo sufrimiento moral Ratzinger no hizo nada para aliviar durante muchos años, aun sabiendo todo lo que sabía (caso Maciel y otros).


2º) La fantasía de que precisamente los últimos Papas nada tienen que ver con encubrimientos de pederastas propicia que algunos de los principales encubridores de abusos se sustraigan no solo en muchos foros a la crítica moral, sino en general, a la condena penal. Quienes mantienen la fantasía se hacen cómplices de los encubridores.


3º) La fantasía de una jerarquía eclesiástica comprometida súbitamente y por arte de birlibirloque con la regeneración moral perpetúa las ficciones sobre esta organización, lo que sirve para justificar un sistema de poder que seguirá haciendo lo que ya ha demostrado hasta la saciedad que sabe hacer: pisotear la verdad y la justicia, cada vez que lo considere necesario, sin el menor reparo. De este modo, quienes propalan la fantasía propician la perpetuación de las mismas condiciones de posibilidad que coadyuvaron a la comisión de abusos anteriores, haciéndose a su vez con ello cómplices de la comisión de futuros abusos. Las falsedades de hoy preparan ya el camino a las injusticias y los abusos del futuro.


A esta luz, debería resultar claro que el nivel de lucidez moral de quienes inventan o propalan las fantasías reseñadas no tiene nada que envidiar, por poner un ejemplo, al de la Drosophila melanogaster.

Cinismo eclesiástico. El papa encubridor de pederastas y sus cómplices (IV)
Fernando Bermejo



http://www.tendencias21.net/crist/Cinismo-eclesiastico-El-papa-encubridor-de-pederastas-y-sus-complices-IV_a745.html


La semana pasada, un amable lector planteaba explícitamente una pregunta que, como él afirmaba, solo implícitamente estaba formulada en mis posts. Tiene toda la razón este lector en formular explícitamente la pregunta. Aquí la reproducimos, dado que merece ser meditada por todo sujeto reflexivo:


“¿Qué indica acerca de Ratzinger y del estamento al que pertenece el que, teniendo la información que tenía, haya sido posible el apoyo masivo a Maciel por parte de la curia, pontífice incluido, todavía a finales del año 2004? Nuestro amable lector añade: ¿Es que Ratzinger sabía que todo el mundo sabía y por ello no hizo nada? Ratzinger se ha referido a Juan Pablo II como a su "amato predecessore". ¿Qué "amor" es posible en este caso?


Yo me permito aquí, meramente, generalizar la pregunta de nuestro lector: “¿Qué indica, acerca de un sujeto perteneciente a una corporación, el hecho de que, disponiendo de gravísima información negativa acerca de un tercero, permita que sus colegas y sus superiores apoyen y alaben públicamente a tal sujeto? ¿Qué indica acerca de su clase moral y de la verdadera calidad de las relaciones que mantiene con sus colegas y sus superiores?


Quizás resulte interesante añadir que, en algunas situaciones, no es imprescindible, para realizar una evaluación, conocer la respuesta exacta a una pregunta, si se da el caso de que a) se conocen las respuestas posibles y b) todas las respuestas posibles indican esencialmente lo mismo. Por último, para aquellos lectores que crean que la “Apología de Marcial Maciel” era solo una exageración humorística, les invito a no perderse las declaraciones que se encuentran en el siguiente enlace (que nos devuelven, por si falta hiciera, al lado más tragicómico de este asunto). Una vez más, la realidad supera a la ficción.



http://lacomunidad.elpais.com/lplanas/2009/7/20/radio-amanecer-entrevista-lucrecia-rego-planas-la-otra

Han perdido la decencia... ha ganado la igualdad: Estado Laico kaput

Las diversas confesiones religiosas que propugnan
el proyecto de ley de igualdad religiosa aprobado ayer
en el Congreso han perdido la dignidad y la decencia
y se declaran enemigos de un Estado Laico para el Perú


A los interesados en un Estado Laico:

http://www.facebook.com/group.php?gid=115280842118

Pretendíamos que el Estado Laico promoviese la separación irrestricta de iglesias y Estado, que fuese un modo civilizado de convivencia entre los creyentes de diversos credos entre sí y entre los creyentes y no-creyentes. Pensábamos que el pretendido Estado Laico iba a ser la culminacion de un esfuerzo ético por la neutralidad, el respeto y la tolerancia mutua.

Sin embargo es evidente que el totalitarismo de las sectas religiosas se está imponiendo arteramente sobre el anhelo de construir un Estado racional, moderno y democrático para todos. El Estado que vendrá ahora será un Estado donde el avasallamiento de la libertad de conciencia mediante la persuasión coercitiva en la educación pública estará validado por el concepto torcido de "libertad religiosa". La "libertad religiosa", como dijo un visionario, es la libertad de los ignorantes, es la necesidad de mantenerse en el oscurantismo disfrazando la ignorancia cual si fuese un "derecho humano".

Estamos al filo de permitir que nuestra patria se convierta en el paraíso de las sectas donde cualquier grupo religioso, ahora con condición de ente jurídico público, tenga la prerrogativa de usufructuar de nuestos impuestos y del patrimonio nacional, para el enriquecimiento particular de sus líderes.

Ahora quieren que veamos impasibles cómo se estabecen concordatos ya no solamente con la iglesia católica sino con cuanto grupete oscurantista y medieval quiera succionar de la mamadera del Estado Peruano. A diferencia del costoso avance de la laicidad logrado en varios países de la comunidad europea en el Perú vamos caminando raudamente al medioevo mediante el financiamiento y la subvención de las irracionalidades que promueve este proyecto de ley.

Ahora quieren que los bienes mal obtenidos sean "inembargables". En otras palabras, quieren la impunidad cuando sean acusados por cualquier delito que pudiesen cometer. La bancarrota de la iglesia católica estadounidense por los cargos de pederastia clerical no hubiese sido posible si sus bienes hubiesen sido declarados previamente "inembargables".

Ahora ya tampoco quieren pagar impuestos a la renta, alcabala, predial ni propiedad vehicular. Ahora ya no quieren bailar con su propio pañuelo. Ahora también quieren ser las sanguijuelas religiosas del Estado Peruano. Bonito ejemplo el de la iglesia católica.

Está en nuestras manos el elevar nuestra enérgica protesta y utilizar todos los foros de discusión posibles para lograr una conciencia corporativa e intentar evitar un retroceso monumental de nuestra sociedad a estadíos primitivos de religiosidad, irracionalidad y fundamentalismo.

Héctor Guillén Tamayo
03.07.09