AIS - Cono Sur

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Argentina - Chile - Perú

por Herbert Mujica Rojas

14-2-2002


Hay sectas cuyo accionar provoca un profundo daño en la sociedad, lo cual aún no ha sido materia del estudio imprescindible de quienes se jactan de “analistas” y “exégetas” de la realidad social. Por el flagrante desconocimiento del problema sectario en el Perú tenemos la obligación de promover el abordaje de esta problemática entre los periodistas, sociólogos, antropólogos, médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados y demás profesionales involucrados y comprometidos con el desarrollo democrático del país y dispuestos a condenar cualquier acto que viole los derechos humanos de toda persona y, en especial, su derecho a la libertad de consciencia.

Este trabajo, producto de múltiples horas de trabajo en Lima, Arequipa y otras partes del país y Latinoamérica pretende cumplir un papel pedagógico al denunciar al Sodalitium Christianae Vitae, grupo fascista por convicción y temperamento, y su cancerosa acción al interior de la sociedad peruana. Puédese discrepar de él, de pronto suscita opiniones violentamente contrarias, pero lo que sí va a ser imposible es ignorarlo.

Pocos meses atrás en El totalitarismo católico en el Perú, tesis que en su edición príncipe incluyó menciones a las baladronadas que acostumbra impulsar el Sodalitium, denunciamos cómo, a partir del Concordato, vínculo internacional no sancionado por ningún Congreso, la Iglesia Católica vive a expensas del no pago de tributos y además de los miles de dólares que sus principales funcionarios se embolsican cada mes, sin trabajar, sin merecerlo y en una constante expoliación del pueblo peruano, que no tiene cuando terminar porque se hace en nombre de una “fe” tradicional y que en realidad ha constituido la continuación de un robo que ya supera los 500 años de permanencia insolente en el país. Este mismo Concordato es el que, amparando a la Iglesia Católica, favorece legalmente el expansionismo sodálite y es el que utiliza esta secta para proteger sus inversiones.

Lea pues, amigo lector, estas procelosas páginas con ojos críticos, compulse fuentes, acuda a testimonios, revise materiales, proponga una refutación científica, orgánica. A una idea se la combate con otra. Al sectarismo difundido por el Sodalitium le denunciamos en la comisión de múltiples actividades que son fácilmente comprobables en diarios y publicaciones. A las sectas hay que enfrentarlas con decisión y valentía indómitas. El fanático sabe que cuando tiene a adversarios de ese jaez sólo tiene una opción: luchar o morir. Y puedo anunciar, sin jactancia, pero premunido de la verdad verdadera, que habemos muchos dispuestos a erradicar la presencia de estos disociadores y su prédica retrógrada, exaltadora de principios antidemocráticos y profundamente racistas.

05-abril-2016

26.10.15

AméricaTV, Cuarto Poder: Sodalicio, surgen más denuncias de ex-integrantes por abuso sexual (vídeos)



- Vídeo 1: minuto 13:48 aprox. aparece el Dr. Héctor Guillén Tamayo, miembro fundador de AIS-Cono Sur:
http://www.americatv.com.pe/cuarto-poder/reportaje/sodalicio-surgen-mas-denuncias-exintegrantes-abuso-sexual-noticia-35095?ref=ivmv

- Vídeo 2:
http://www.americatv.com.pe/cuarto-poder/reportaje/sodalicio-surgen-mas-denuncias-exintegrantes-abuso-sexual-noticia-35095

¿Cuál es el destino judicial y eclesiástico de estas denuncias y del mismo Luis Fernando Figari, hoy de retiro espiritual en Roma?
Nuevos testimonios de ex miembros del Sodalicio de Vida Cristiana confirman los abusos y daños irreparables que sufrieron jóvenes por parte del fundador y líder de esta congregación, Luis Fernando Figari Rodrigo, así como de otros líderes espirituales de esa organización.
“En el año 1991 previamente a ingresar a la comunidad, Luis Fernando Figari se aparece una madrugada y nos dice quítense la ropa y quédense en calzoncillos y recuerdo a alguien filmándonos, como en este momento”, reveló a Cuarto Poder el exsodalite Oscar Osterling.
Una cadena de abusos psicológicos, físicos y hasta sexuales que se inician con técnicas de manipulación en la que un adolescente pierde su identidad, el derecho a tener ideas propias, reprimir su sexualidad y practicar la obediencia absoluta hacia su líder en nombre de Dios.
Oscar Osterling formó parte del Sodalicio durante dos décadas. Entregó los mejores años de su vida al servicio de esa congregación católica ultraconservadora.
Pero el 2011 decidió salirse de ella cansado de los maltratos psicológicos a los que fue sometido en los últimos cuatros años. El Sodalicio lo castigó y lo envío a Colombia contra su voluntad, por una falta que ellos consideraron muy grave: haberse enamorado de una chica.
“No llego a nada sencillamente había una amistad. A mí me marcó muchísimo. Fue un abuso de autoridad, querían que a través de los test proyectivos apareciera algo. Ellos me decían tú vas a hacer los que diga Luis Fernando”, indicó.
Años después, Osterling denunció estos hechos ante el Tribunal Eclesiástico y se entrevistó con su presidente, el sacerdote Víctor Huapaya.
“Fui a hablar con el padre Huapaya y me dice que no han avanzado nada. Yo ya envíe las denuncias a Roma hace tiempo y me dice que cree que hay alguien en Roma del Sodalicio atajando las denuncias, se refería al Procurador”, recordó.
También denunció prácticas ilegales del Sodalicio, como la vulneración del secreto de sus comunicaciones. En el libro de Pedro Salinas también se hace referencia a la intervención de la correspondencia de los que vivían en comunidad.
Pero de acuerdo a los testimonios brindados por exsodálites, Luis Fernando Figari no sería el único que habría practicado la pederastia al interior de esa organización.
El ya fallecido German Doig, el llamado vicario del Sodalicio y quien fuera en su momento el número dos de esa comunidad, también fue acusado de violación por tres de sus víctimas y esto provocó que su trámite de beatificación iniciado en Roma se paralice.
También otros dos sodálites consagrados muy allegados a Luis Fernando Figari fueron acusados por el mismo delito: violación. Daniel Beltrán Murguía Ward y Jeffrey Daniels.

¡Imperdible!



Fin de la Portada

sábado, 30 de abril de 2011

No a la beatificación de Juan Pablo II

No a la beatificación de Juan Pablo II

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Sociólogo. Académico de la Universidad Central

El Papa actual beatificará a Juan Pablo II, el controvertido Papa anterior. Sin duda, un acto litúrgico que amnistía los errores y desprolijidades que acompañaron su pontificado con posterioridad al atentado que casi le cuesta la vida. En Chile fue el “Peregrino de la Vida” para los cristianos, para el gobierno de la época fue el “peregrino de la Paz”, puede que hoy, los últimos hayan mudado a fervorosos pro-vida. Como si fuera el sino de los papas que gobiernan periodos largos –recuérdese el caso de Pío IX, recordado como el papa de la Doctrina Social de la Iglesia, pero que terminó haciendo el más despótico de los gobiernos de los Estados Pontificios- también Juan Pablo II emprendió el camino del conservadurismo.

El anterior Papa tenía algunas convicciones excéntricas y que fueron aprobadas de buen grado por los católicos del mundo; una de ellas era viajar, la otra era canonizar muchos santos y, la más peligrosa, opinar sobre materias dogmáticas de un modo algo ligero. Recorrer todos los países y alentar a los católicos y demás personas de buena voluntad es un gran propósito, pero el Papa es un jefe de Estado y jefe de la Iglesia y alguien debe hacerlo, sino los destinos de estos son decididos por segundones, que es lo que aparentemente pasó cuando todo se puso en tela de juicio, el Banco Ambrosiano, Mons. Marcinkus y los vínculos turbios de ellos con la mafia; en paralelo explotaba el escándalo de pedofilia y los abusos a monjas en África y a niños en otras latitudes.

Las canonizaciones fueron de religiosos y religiosas casi en exclusiva, si no contamos a las monjas como laicas, que lo son, recuerdo que hubo sólo un laico que mereció la corona del cielo para el papa Wojtyla. Bajo su pontificado se descubrió que había habido más santos que nunca y se les santificó estruendosamente en la Plaza de San Pedro, medida prontamente desechada por el Papa actual, que la reservó para contados casos. Pero el Papa polaco era un creativo, por ejemplo, en el rezo del Ángelus en Castel Gandolfo derogó el infierno, más tarde el paraíso y puso en duda el purgatorio; modificó el rosario, que había sido entregado a Santo Domingo por La Virgen, para añadirle unos misterios que olvidaron desde el cielo. También puso su firma a documentos luego de introducir cambios muy menores, una forma sutil de pasar a la historia, como en el caso de la elección de Papa.

El Concilio Vaticano II es el acontecimiento más importante vivido por la Iglesia en los últimos años, cuando ésta se enredaba en apoyo y odios contra el mundo moderno, en muchos casos contra el mismo Evangelio, el Espíritu Santo sopló sobre ella y el Papa Juan XXIII lo convocó. Atrás quedó el apoyo a monarcas de tiempos primitivos –los protestantes tenían monarquías parlamentarias- y a dictaduras inhumanas que se santificaban mencionando a Cristo y obteniendo bendiciones e indulgencias por sus crímenes, llegó el reconocimiento a la democracia –excomulgada por Pío IX- y a los derechos humanos, se fomentó el ecumenismo con todo el respeto a las diversas religiones, pues no hay nada más noble que brindar culto a Dios según el recto corazón de cada uno. Pero a Su Santidad no le pareció el Concilio, especialmente un gobierno pontificio que privilegiaba la colegialidad de los obispos; y se restauró un gobierno monárquico unipersonal. Y en esa línea el Concilio empezó a abandonarse imperceptiblemente y se quedó como una expresión carente de contenido.

Pero no fue esto lo más grave, ni el poco interés por las mujeres, ni el sacar a los pobres de las prédicas y documentos magisteriales, ni los teólogos alejados, ni la condescendencia con dictadores, etcétera. Lo más grave fue el descuido de los niños y jóvenes a los que les arruinaban irremisiblemente sus vidas sacerdotes pederastas; también la minimización de estos crímenes, tolerando infames dispositivos para ocultar a los culpables. Hasta que el escándalo estalló en los tribunales y golpeó el bolsillo de diferentes diócesis del mundo. Manga ancha para los abusadores sexuales clérigos y rigorismo cruel para con la honesta sexualidad entre cónyuges.

Cuando un grupo de enfermos de SIDA le solicitó usar condón en sus relaciones sexuales, el Papa les contestó que no, que se abstuvieran para siempre o que contagiaran a su pareja. El mal del condón era mayor que contagiar al otro cónyuge. Por eso, quizá si con vergüenza el Papa actual reconoció que en casos así el uso del preservativo no era un mal. No fue la de Juan Pablo una respuesta insólita, fue una maldad. Pero era amigo de sus amigos, por supuesto Marcial Maciel, o Girólamo Prigione, su nuncio en México, un corrupto narcotraficante que abusó sexualmente de muchas religiosas que estuvieron a su servicio. Recuérdese que quienes son promovidos al episcopado son recomendados por los nuncios en cada país.

Cuando murió el pueblo gritaba “santo súbito”, es decir háganlo santo ahora. Es cierto que los plazos para beatificar a un cristiano son discrecionales, pero para que ponerlos, entonces. Y el de este Papa ha sido rápido, muy rápido y con milagro comprobado incluso, puesto que es la condición para beatificar. Algunos ya sospechan del milagro en cuestión, y ya tenemos un milagro falso, el de Teresa de Calcuta fue impugnado por el marido de la favorecida por el milagro que la plataformó al peldaño previo a la santidad; de hecho, confesó que se le había pagado y que no soportaba el fraude abatido por su conciencia.

La reacción de Juan Pablo II fue que Teresa no necesitaba de milagros para probar su santidad. Quizás sí el papa tenía razón: los milagros que pueda haber hecho Juan Pablo II no son argumento, total hoy hace milagros San Expedito como antes los hizo Santa Filomena, y ninguno existió.

Ser cristiano católico es una gran cosa, nos hace a todos iguales porque somos hijos del mismo Padre y yo a mi Padre le puedo reclamar cuando algo me parece improcedente. Padre, espero que no haya esta beatificación y si ocurriere que nunca haya canonización.


México evoca a Juan Pablo II y víctimas de pederastia cuestionan su papel
Celebraciones multitudinarias y exhibiciones de reliquias están previstas este fin de semana en México por la beatificación de Juan Pablo II, "el Papa mexicano", pero grupos de víctimas de abusos por sacerdotes cuestionan su silencio que -aseguran- minimizó por años su drama.

Organizaciones de las comunidades eclesiásticas de base y grupos como Católicas por el Derecho a Decidir y la Red de sobrevivientes del abuso sexual, publicaron el viernes un desplegado en la prensa en el que cuestionan la beatificación. El texto asegura que Juan Pablo II mantuvo una "política de encubrimiento a los abusos sexuales en contra de mujeres y menores de edad por sacerdotes en todo el mundo". Pero el solitario anuncio en la prensa contrasta con el despliegue dado por los medios mexicanos que han bombardeado la última semana a sus audiencias con los recordatorios de los cinco viajes que el papa polaco hizo a México y sus expresiones de afecto al país.

Las campanas replicarán el domingo en todos los templos mexicanos al momento del anuncio y luego todos los demás domingos de mayo al mediodía "como expresión de júbilo por la beatificación del Papa que se autodenominó mexicano", dijo a la prensa monseñor Agustín Rivera, coordinador de la comisión del festejo. "Esta serie de festejos simultáneos a su beatificación es un tributo de gratitud, de alegría, de cariño hacia Juan Pablo II", señaló por su parte monseñor Enrique Glennie, responsable del santuario de la Virgen de Guadalupe, en la capital mexicana donde se espera que unas 100.000 personas participen el fin de semana en las celebraciones.

Éstas comenzaran el sábado cuando se realizará un rosario en simultáneo con otros cinco templos marinos del mundo, enlazados por televisión.Luego se espera que unos 30.000 jóvenes venidos de distintos rincones de México asistan a una alborada para celebrar la llegada del día de la beatificación de Juan Pablo II. Juan Pablo II se inauguró como el 'papa viajero' en México, a donde viajó a los tres meses de iniciado su pontificado, recibiendo su bautizo de fuego con las multitudes.

Su nexo con México se alimentó además por su estrecho vínculo con el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, a quien el papa polaco brindó apoyo en medio de las denuncias de abusos cometidos por él y otros sacerdotes, según las organizaciones de víctimas.Fue sólo a la muerte de Karol Wojtyla que su sucesor, Benedicto XVI, obligó en mayo de 2006 a Maciel a "renunciar a cualquier ministerio público" y "retirarse a una vida de oración y penitencia".Maciel denunciado por abusos sexuales a menores y que mantuvo una doble vida con dos mujeres y varios hijos, siguió sin embargo dirigiendo hasta su muerte en 2008, a los 87 años, la congregación que había fundado en 1941 y que se extendió sobre todo entre fieles pertenecientes a clases adineradas en México y España.

Justo el 1 de mayo pasado, Benedicto XVI anunció la refundación de la Legión y de su ala laica el Regnum Christi y condenó firmemente la vida "sin escrúpulos" de Maciel, tras recibir un informe encargado a una comisión investigadora."Es extraño que este papa que alcanzará la beatificación fue el mismo que favoreció a Maciel y a La Legión como ninguno de sus antecesores. Lo hizo sabiendo el daño que ocasionó a algunas de sus víctimas", declaró por su parte el colectivo mexicano Católicos sin Censura en su página web.


Carta abierta enviada al papa Juan Pablo II, en noviembre de 1997, por ocho ex miembros de los Legionarios de Cristo que acusan a su fundador, Marcial Maciel, de haber abusado sexualmente de ellos cuando eran adolescentes

http://www.pepe-rodriguez.com/Sexo_clero/Casos/Sexo_clero_M_Maciel_Leg_pedof_denuncia_Papa.htm

Sobre la identidad de los denunciantes

A SU SANTIDAD JUAN PABLO II
Autor de la Carta Encíclica Veritatis Splendor.
Ciudad del Vaticano

Santo Padre,
Es con voz de la Biblia y apoyados en el espíritu de la tradición cristiana como solamente deberíamos dirigirnos a Vos, para pedir justicia y que, como reza el título de Vuestra Carta Encíclica Homónima, el esplendor de la verdad se manifieste más allá de todo cálculo de interés humano. Acudimos a Vos recordando que el Concilio Menor de Sárdica, inmediato al Concilio Primero de Nicea, autoriza a cualquier cristiano para apelar directamente al Papa. Nos acercamos, pues, sin temor de no llegar a ser reconocidos u oídos, no obstante las cerradas barreras con que a veces el mismo Vicario de Cristo se ve cercado cuando es un grupo menor, sin poder político, económico, social o eclesiástico, el que intenta hacerse escuchar por encima de fuerzas establecidas de la naturaleza mencionada.

El motivo de esta carta
Quienes ahora Os escribimos somos varios hombres cristianos, doblemente víctimas en dos claras épocas de nuestra vida: primero durante nuestra adolescencia y juventud y, luego, en nuestra madurez, por parte de un sacerdote y religioso muy allegado a Vos, que repetidamente abusó, antaño, sexualmente y de otras maneras de nosotros, indefensos, lejos de nuestros padres o tutores, en países diversos y lejanos del nuestro, y que, al haber revelado nosotros la triste verdad de nuestra historia a dos periodistas norteamericanos de buena fe, el año pasado, y, habiendo él sabido por ellos nuestros nombres a través de abogados suyos (sin haber nosotros incoado demanda legal alguna), acudió o dio instrucciones para que antiguos compañeros nuestros, actualmente fuera de la congregación, de la que el sacerdote ofensor es fundador y todavía actual superior general, dieran falso testimonio contra nosotros diciendo, ante notario público, que, tiempo atrás, los habíamos instado a formar una conspiración contra él, y, a través de él, contra la Iglesia, para acusarlo faltando y haciéndolos faltar a la verdad. Tales personas, Santo Padre, laboran para la institución llamada Legión de Cristo, o han laborado cerca de ella, y jamás habíamos imaginado siquiera que pudieran tener el valor de manifestar la verdad; pero con ellas nunca habíamos tenido razón alguna de conflicto, desde que juntos cantábamos "... congregavit nos in unum Christi amor...".
Somos un pequeño grupo de ex miembros de la Legión de Cristo los que, con pleno derecho, y ahora aún más en legítima defensa, nos decidimos a declarar la terrible y dolorosa verdad del oscuro mal oculto, casi desde la fundación de su institución, durante más de cuatro décadas, acerca de la encubierta conducta inmoral del mismo fundador y superior general de la Legión de Cristo, el Padre Marcial Maciel Degollado, en quien penosamente de alguna manera aún creíamos antes de descubrir que el caso de nuestro abuso particular no era aislado ni único, sino muy general, y que había sido envuelto en palabras engañosas, que nuestra poca edad entonces y la devoción y obediencia ciega que estábamos obligados a tenerle como padre y superior nos hicieron creer.

¿Por qué ahora?
Nosotros, aun fuera ya de la institución, no habíamos podido superar psicológicamente una dolorosa prudencia y discreción autoimpuesta durante largos años. Pero, Santo Padre, fue precisamente la carta de apoyo y felicitación de V. S. dirigida al Padre Marcial Maciel Degollado, publicada el día 5 de diciembre de 1994 en los siete diarios más influyentes de la Ciudad de México, avalada por Vuestra propia firma y por la reproducción muy visible del mismo escudo de armas pontificio, en la cual V. S. encomiaba al Padre como "guía eficaz de la juventud" y como quien "ha querido poner a Cristo (...) como criterio, centro y modelo de toda su vida y labor sacerdotal...", la que nos movió a romper, finalmente, el pesado silencio y revelar la penosa verdad; pues nos indignó que un Vicario más de Cristo a lo largo de varias décadas pudiera seguir estando a tan grave extremo engañado.
Y ahora nos ha movido a dirigiros esta carta abierta y también privadamente por medio de Vuestro nuevo nuncio en México, monseñor Justo Mullor García, el hecho de conocerse públicamente el nombramiento vaticano, a pesar de todo, del padre Marcial Maciel Degollado como uno de los veintiún dignatarios encargados de organizar y dirigir el Sínodo de obispos de América, que está teniendo lugar en Roma, programado del 16 de este mes al 12 de diciembre de este año, para considerar puntos de doctrina y praxis cristianas frente al próximo milenio. Nos parecería inconcebible, Santo Padre, que nuestras graves revelaciones y quejas no Os importaran absolutamente nada: porque siendo cierto que frente a la justicia de los Estados hay tiempos legales que prescriben para la manifestación de delitos cometidos [La Jornada, México, 23-04-97], es por eso precisamente ante una Iglesia perenne, a la que queremos seguir creyendo poseedora de valores permanentes como Institución, y siendo Ella directamente la principal agraviada en su cuerpo moral a través de nosotros, ante la que de nuevo insistimos en exponer privada y públicamente nuestra indignación por tanta desatención y aun por el arrogante silencio, cuando no ofensas, de representantes importantes de su jerarquía ante tan grandes abusos e injusticia.
Tanto el Estado como la Iglesia deben considerar que si nuestros presentes testimonios son falsos, somos acreedores a sanciones civiles, penales y eclesiásticas. ¿Por qué, entonces, habríamos de insistir? ¿Hay, como se ha dicho hace meses, detrás de nosotros alguno o algunos grupos de poder interesados en desacreditar al padre Marcial Maciel Degollado, o, como él ha dicho, a la Iglesia a través de su persona? Bien sabemos que es éste en el padre Maciel Degollado un viejo empleo astuto de la yuxtaposición como método. Lo justo, creemos es que todo puede y debe quedar sujeto a investigación, sin acepción de personas, a menos que se trate de una discriminación positiva a favor de los más débiles y víctimas.
Dos de nosotros, entonces sacerdotes en funciones, ya desde 1978 y 1989 habíamos declarado por las vías y protocolos canónicos oficiales, establecidos por las instancias vaticanas pertinentes, parte gravísima de los males que este año, ya como grupo, revelamos [cfr. Hartford Courant, Connecticut, EE.UU. de Norteamérica, domingo 23-02-97]; pero hemos parecido tan insignificantes a la jerarquía católica, Santo Padre, que, a pesar de la enorme ominosidad de los hechos dados a conocer entonces y ahora, no logramos atención ninguna ni respuesta ninguna, ni burocrática siquiera, de nuestra Madre la Iglesia.
El padre Marcial Maciel Degollado, por medio de la poderosa representación de la firma de abogados Kirkland and Ellis de Chicago y Washington, D.C., por medio de su vocero religioso en Norteamérica, el padre Owen Kearns, L.C., y, luego, en carta propia suya que mencionaremos líneas abajo, falsamente pretendió desmentir nuestros testimonios como carentes de fundamento alguno. Con lo cual no solamente ha faltado otra vez más a la verdad y a la caridad cristiana, sino también al concepto y a la práctica del más elemental sentido de la justicia y de la simple hombría humana: después de haberse negado a confrontar a los periodistas que en diciembre pasado le pedían una entrevista para escuchar su versión de los hechos a investigar -muy diferente de Cristo en Gethsemaní: ("¿A quién buscáis? [...] Yo soy"...)- se pertrechó no con la Palabra de Dios, como corresponde a un servidor Suyo, sino detrás de la poderosa y costosa representación legal. Y cuando tal estrategia puramente humana le resultó vana, entonces, en la mencionada carta personal, dirigida desde Roma, el 28-02-97, a Mr. Clifford L. Teutsch, editor en jefe del Hartford Courant, después de culparnos abyectamente de insidia, falsedad y calumnia, y como si fuera la suya una acusación ligera, declaró que nos perdonaba. ¡Qué travestismo y apariencia de virtud y, en palabras del mismo Cristo, qué falsa blancura de sepulcro! Santo Padre, ¡cuando una mediana experiencia de las cosas humanas y el buen sentido declaran a voces que un hombre de Dios, con la conciencia cristiana limpia y tranquila, jamás habría obrado así!
Nosotros, además de católicos, miembros de la sociedad abierta, desprotegidos durante décadas por nuestro propio silencio, y desoídos después a lo largo del tiempo por diversas instancias eclesiásticas a las que inútilmente recurrimos, para la exposición de la verdad nos vimos constreñidos a aceptar el contacto con los libres medios de comunicación, no con ánimo de escándalo sino buscando también protección, ya que, hace años, uno de nosotros, y no veladamente, había sido amenazado de muerte por el mismo Padre Marcial Maciel Degollado; y de lo cual hay testigos. Por eso, Santo Padre, por nosotros mismos, por otras víctimas aún silenciosas; por la Iglesia y por la sociedad consideramos un deber moral insistir en manifestar la verdad "opportune et importune".

La actitud de la jerarquía católica
Si ha habido alguna conspiración, como han dicho, mintiendo de toda falsedad, ante notario público en documentos entregados a los abogados de Kirkland and Ellis tres incondicionales ex miembros, y, ante medios de comunicación, varios miembros de la Legión de Cristo bajo instrucciones de obediencia, Santo Padre, no ha sido de parte de nosotros, que consideramos nuestra acción como un difícil y arriesgado servicio a la Iglesia y a la sociedad, sino de parte de personas mismas constituidas en autoridad dentro de la Legión de Cristo y de la misma Iglesia: se trata de una conspiración de silencio, de vergonzoso encubrimiento y de una nueva e injustísima victimización contra nosotros por parte de personas de la jerarquía católica romana, de funcionarios ya informados del Vaticano y de altos miembros de la Iglesia mexicana. Datos: después de que, en los días 14, 15, 16 y 17 de abril de este mismo año, aparecieron en el diario La Jornada más detalladas revelaciones sobre los mismos hechos tratados en la edición del diario norteamericano citado, el obispo "emérito" Genaro Alamilla, sin conocernos de nada, sin saber si decíamos la verdad o no y sin escucharnos, nos ofendió ante los medios públicos y descalificó, sin conocimiento alguno de causa, nuestros testimonios, llamándonos mentirosos y resentidos [La Jornada, 24-04-97).
El mismo arzobispo de la ciudad de México, monseñor Norberto Rivera Carrera, nos difamó públicamente, como consta en la edición de La Jornada [12-05-97] al insultarnos a nosotros y al periodista Salvador Guerrero Chiprés, autor de la serie de los cuatro artículos sobre el tema, conminándolo con estas palabras: "tú nos debes platicar cuánto te pagaron..." (se hizo grabación electrónica). Siendo mexicanos casi todos los ex legionarios que hicimos las revelaciones y siendo monseñor Norberto Rivera Carrera el pastor eclesial correspondiente más inmediato a la mayor parte próxima de nosotros, jamás nos convocó para poder conocer de nosotros mismos nuestra versión completa de los hechos manifestados y cuestionarla bajo cualquier procedimiento jurídico: canónico o, si procediera, del derecho positivo correspondiente. No. Simplemente y faltando a una de sus funciones de epí-skopos o supervisor (pues si el padre Maciel Degollado no depende de él, varios de nosotros, como fieles, sí), prefirió ofendernos ante cámaras y grabadoras y tomar partido incondicional por la parte poderosa, a la que nosotros señalamos como victimaria de nuestros cuerpos y de nuestras almas, antaño, y, ahora, de nuestro nombre y prestigio de hombres de bien. Si el haber comunicado nosotros a los medios, y no a él, arzobispo de la Ciudad de México, los hechos impugnatorios fuese la razón de su desatención, podría haberlo así manifestado; pero no fue el modo sino el contenido de nuestras palabras lo que, sin investigación alguna, descalificó en todo momento. Y no nos dirigimos a él porque dicasterios eclesiásticos vaticanos superiores, directamente responsables del seguimiento de tales casos, tampoco han contestado nunca desde 1978 y 1989 a los testimonios, oficialmente protocolizados, de dos de nosotros abajo firmantes.
De Vuestro anterior delegado y, luego, nuncio apostólico, monseñor Girolamo Prigione, de quien parte de la opinión eclesiástica y laica mexicana se ha expresado tantas veces negativamente en extremo [cfr., por ejemplo, El Universal, suplemento especial Bucareli Ocho, Año 1, Nº 14, 24-08-97] y de cuya ingrata memoria en México parece preferirse no hablar ya, no cabía esperar atención ninguna a la presentación de nuestra queja. Él tuvo también la oportunidad de interrogarnos en servicio Vuestro, de la verdad y de la Iglesia, y de dirigir la información recabada a la congregación romana correspondiente, pero prefirió callar y aparecer intencionalmente con el padre Marcial Maciel Degollado y el arzobispo Rivera Carrera en una notoria fotografiada de primera página periodística [La Jornada, 22-04-97] apenas días después de publicarse nuevas revelaciones en el mismo diario, indicando con esa yuxtaposición de las imágenes, sin que mediase investigación alguna, que también él descalificaba totalmente nuestras revelaciones.
Perdonadnos el mencionarlo, Santo Padre, pero hay personas que se sentirían tentadas a pensar también de estos jerarcas, como Baruch Spinoza de los altos clérigos de su época, que "...si tuviesen realmente una sola chispa de luz divina, no se equivocarían con tanta arrogancia sino que aprenderían a amar a Dios con más sabiduría y destacarían tanto entre los demás hombres por su capacidad de amor como sobresalen ahora por su malicia". [Tractatus Theologico-Politicus, Prefacio].
Acudimos, sí, hace tiempo, como antes a otras personalidades eclesiásticas (y revelamos este dato aquí y ahora por primera vez) a otra alta instancia jerárquica, el Cardenal Cahil Daly, primado de Irlanda, después que él valientemente afirmó, a través de la British Broadcasting Corporation [cfr. El Universal, México, secc. Internacional, 2-01-95] que sería firme y que no encubriría a clérigos que tuviesen algo que ver con su país si hubiesen delinquido por abuso sexual. Podemos probar con la respuesta dada, casi dos años después [6-12-96], por medio de un asistente particular suyo a los investigadores del periódico Hartford Courant, Gerald Renner y Jason Berry, que sí había recibido una muy delicada misiva firmada entonces por cinco de nosotros, fechada el 5 de febrero de 1995, la cual le había sido entregada personalmente. Sin embargo, el Cardenal Cahil Daly, ni siendo aún el primado de Irlanda, ni después de serlo, nos contestó nunca, ni en público ni en privado, a pesar de sus promesas ante la BBC de Londres y a pesar de que en nuestra carta le rogábamos claramente que nos indicase sus instrucciones para dar seguimiento a nuestra información, por medio de nuestro propio mensajero, quien por obvias razones de confidencialidad, desconocía el contenido del envío que entregó en manos de su Eminencia. Constará, pues, a quienes deseen verificarlo que, aunque frustrado contra nuestra voluntad, el esfuerzo de comunicación privada y directa con el Cardenal Daly como miembro de la alta jerarquía católica es una prueba de la discreción y moderación con que durante tanto tiempo siempre quisimos tratar tan delicado asunto antes de aceptar la intervención abierta de algunos medios públicos de investigación y difusión.

Testimonios internos de la Legión de Cristo
Así, pues, Santo Padre, no se trata de un "¿Por qué ahora?", como el padre Marcial Maciel Degollado y sus voceros o sus solapados amigos de diversos medios de comunicación gráfica, radiofónica y televisiva han querido que piense confundidamente la gente. No: que se revisen los libros mismos [publicados con escasísimo conocimiento del método histórico y con inescrupulosa simplificación y deformación de los hechos], que tocan aspectos de la vida del padre Marcial Maciel Degollado. Léase en el texto redactado por el P. Owen Kearns, L.C. et al., Legionarios de Cristo, Cincuenta aniversario [México, Imprenta Madero, 1991], cómo, ya de joven, "al fallecer su tío Don Rafael [Guízar y Valencia, obispo de Jalapa] se suscitaron algunas ['] incomprensiones [']; [y] Marcial tuvo que abandonar el seminario de Veracruz" [op. cit., pág. 239]. Léase allí mismo cómo en el siguiente seminario, el de Montezuma, New México, Estados Unidos de Norteamérica, en el que estuvo solamente 18 meses (del 2 de septiembre de 1938 hasta la noche del 17 de junio de 1940, bajo matrícula nº 428 [Cfr. Montezuma en sus ex-alumnos, del P. José Macias, S.I., México, Ed. Progreso, 1962] cómo "mientras tanto, sin embargo, habían surgido también aquí algunas ['] incomprensiones ['] [otra vez]" y cómo ésa, "la noche del 17 de junio de 1940 Maciel tuvo que dejar el seminario..." [Legionarios de Cristo, Cincuenta Aniversario, pág. 23], dato que completa el P. J. Alberto Villasana, L.C., indicando que fue tan tajante y súbita la orden de expulsión esa noche, que el padre rector del Seminario [Don Agustín Waldner, S.I.], se negó totalmente a la solicitud del ya ex seminarista para hablar con él. [Una fundación en perspectiva. Evocación histórica, Roma Instituto de los Altos Estudios de la Legión de Cristo, 3 de enero de 1991, pág. 65]. Léase también en la página 31 de la misma obra redactada por el P. Owen Kearns, L.C., et al. que, después del apoyo brindado, hasta 1949, por el prestigiado moralista P Lucio Rodrigo, S.I., de la Universidad de Comillas, entonces en Santander, España, éste hombre tan ponderado, al igual que el rector de esa institución, el P. Francisco Javier Baeza, S.I., empezó a enviar informes negativos a las autoridades eclesiásticas: "... Pero después también llegaron otros informes con acusaciones infamantes..." [El padre editor no da absolutamente ninguna explicación, ni mínima siquiera, al respecto. Obviamente frente al padre Marcial Maciel Degollado y su conducta personal privada todo el mundo parece haber estado siempre equivocado].
Pero léase la propia carta del mismo padre Marcial Maciel Degollado, quien, ya desde el 20 de noviembre de 1953, escribía desde Chihuahua, México, bajo el apartado 2, "La vida es una y se vive una sola vez": En mi entrega me sorprendió la batalla de la calumnia y la difamación...". [Mensaje, Cartas del Fundador del Regnum Christi, M.M.L.C., Roma, 1986, pág. 19], demostrando así el mismo que ya desde aquellos años era acusado de varias faltas cuya naturaleza él prefirió mantener velada; pues, al instarnos a "cerrar filas" y a obrar con "espíritu de cuerpo", como solía, se refería siempre a los "ataques de difamación y calumnia" de "sus enemigos", pero sin mencionar nunca, ni veladamente siquiera, quiénes fuesen esos "enemigos" ni tampoco la naturaleza ni el contenido de tales ataques.
Nadie, pues, podrá restar fuerza al significado de esos autotestimonios ni negar que provienen de fuentes favorables al padre Marcial Maciel Degolado o de el mismo, no de "enemigos", como él frecuentemente calificaba en sus cartas "ad usum nostrorum tantum", en conversaciones privadas y charlas abiertas a quienes disentían de él, sobre todo en lo respectivo a su conducta moral.

¿Por qué tantos callamos tanto tiempo?
Es verdad, Santidad, que, psicológicamente amordazados y con una mal entendida lealtad a la institución y al padre Marcial Maciel Degollado, siete de los firmantes de esta carta dirigida a Vos (pues uno, para entonces, ya había salido de la institución) ocultamos la verdad y mentimos en nuestra juventud ante los investigadores del Vaticano cuando fuimos interrogados en Roma acerca de su conducta moral, en 1956, y es cierto también que después callamos durante largo tiempo; pero sicólogos, psiquiatras y otros especialistas de las ciencias socias y del espíritu pueden probar que el silencio de las víctimas de cierta clase de abusos, y sobre todo bajo los efectos perdurables de un sometimiento psicológico ,y religioso intenso, mientras más prolongado, es más señalada la hondura del daño causado por la poderosa inhibición interior impuesta por las depredaciones espirituales originadas, en nuestro caso y con tanto dolor y confusión, en aquel de quien menos deberían provenir.
¡Ah, Santo Padre, si tantas bocas calladas dentro y fuera de la Legión de Cristo hablaran ahora, valientemente leales a la verdad y a la Iglesia, y menos amordazadas por el largo hábito de la incondicional pertenencia institucional, o por el temor de perder, ya fuera, su imagen social o ciertos beneficios generados por su silencio!
Ved: como casi todos entrábamos muy jóvenes en la institución, por ello viven aún muchos sabedores de la realidad de las tristes verdades expuestas: unos que sí hemos escrito nuestro testimonio y otros que no lo han hecho, de que el mal moral del abuso sexual, del mal ejemplo de la inveterada adicción al uso de la morfina en privado pero delante de nosotros y de otros, de los cuales varios tenían, incluso, que conseguírsela, y del profundo y arraigado hábito de simulación y engaño por parte del padre Marcial Maciel Degollado tuvieron su origen desde las primeras décadas de la Legión de Cristo. Tenemos. conocimiento y convicción de que quienes hemos hablado o escrito acerca de estos males no representamos sino una muy pequeña parte de la totalidad de víctimas de los daños morales continuados durante largos años, almas adolescentes y jóvenes desprotegidas, antaño, por nuestra familias, desgraciadamente tan lejanas ¡y tan cristianamente confiadas!
Considerad también, por lo que toca a nuestra residencia y no supervisada minoría de edad en el extranjero, que México, la patria de la mayor parte de nosotros, no mantenía relaciones con el gobierno español durante aquellos años y que, en el caso de nuestra permanencia en Roma, no podía tratarse de la improcedente relación de un gobierno laico con una institución religiosa de un catolicismo escasamente reconocido oficialmente en nuestro propio país; por lo cual quedaba descartada toda posible vigilancia sobre nosotros de parte de nuestras autoridades civiles.

¿Y nos protegió la Iglesia?
¿Y la misma Iglesia? ¿Podría sospechar siquiera aquella nuestra situación de entonces el Cardenal Giuseppe Pizzardo, supuestamente tan amigo del padre Maciel Degollado, Secretario de la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, Prefecto de la Congregación de Seminarios y Universidades de Estudios y Gran Canciller de la Pontificia Universidad Gregoriana, tan ocupado por las actividades de sus altos cargos? O, siendo entonces la Legión de Cristo reconocida sólo por derecho diocesano desde el 25 de mayo de 1948 hasta el 6 de febrero de 1965, por carecer aún de aprobación pontificia antes de esta fecha, podía monseñor Alfonso Espino, obispo de Cuernavaca, Morelos, México, darse cuenta de aquellas tropelías contra la moralidad e integridad nuestra, estando nosotros tan distantes, bajo el más absoluto régimen de censura y de "voto secreto" en toda clase de comunicación interna y externa y sin conocimiento del respaldo y protección debidos a nosotros por el Derecho Canónico? Aun hoy día, Santo Padre, ninguno de nosotros sabe en qué lugar del Vaticano o bajo el control de qué congregación o dicasterio romanos se conservan los testimonios transcritos en libreta de tipo notarial en que firmamos, en noviembre de 1956, ante los interrogadores vaticanos, el Superior General de la Orden Carmelita, padre Anastasio del Santísimo Rosario y de su asistente, el padre Bengiamino. Y nunca, como esperaría cualquier comisión de los Derechos Humanos, se nos dio copia alguna del documento en que en aquella ocasión tan seria, haya sido cual haya sido nuestro testimonio, asentamos nuestra firma.
Por su parte, el padre Marcial Maciel Degollado, al defenderse, respondiendo, por medio. de sus abogados de la firma Kirkland and Ellis, a los investigadores del diario Hartford Courant, de diciembre del año pasado a febrero de este año, y queriendo él retrotraer los cargos hacia los años 1956-1959 (tiempo en que fue obligado por el Vaticano a mantenerse alejado de la institución), no presentó, como, en cambio, sí sería lógico esperar, ningún documento exoneratorio de parte de las autoridades vaticanas de entonces, por ejemplo, del venerable y firme Valerio Valeri, miembro del Colegio Cardenalicio desde 1953 y Prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos, quien tuvo información y, desde abril de 1956, sorpresiva evidencia personal de la drogadicción del padre Marcial Maciel Degollado, o de Su Eminencia el Cardenal Alfredo Ottaviani, desde 1935 Asesor del Santo Oficio y, para 1956, Pro-Secretario del mismo Sacro Dicasterio, o de monseñor Arcadio Larraona, C.M.F., más tarde Cardenal, de quien parece que dependió inmediatamente la dirección de la, evidentemente frustrada, investigación del caso. No: los abogados laicos del padre Maciel Degollado solamente presentaron (diciembre de 1996) a los investigadores del Hartford Courant, Geral Renner y Jason Berry, una carta manuscrita, pero, y en materia tan grave, SIN fecha, de monseñor Polidoro Van Blieberghe, obispo belga franciscano ahora retirado en Illapel, Chile, y el cual NO nos interrogó a nosotros en Roma y quien de ningún modo ni tuvo ni tiene las atribuciones de juez, y menos ahora, siendo como fue sólo un "técnico" observador intermediario en la investigación. Es llamativo, por cierto, que los abogados del padre Maciel Degollado también presentaron a su favor otra carta, supuestamente exoneratoria de su vicio de drogadicción, hológrafa también y firmada por el doctor Riccardo Galeazzi Lissi, el arquiatra mismo de S.S. Pío XII, pero extrañamente también SIN fecha. Y es importante observar que aquellas difíciles circunstancias ocurrieron especialmente durante la coyuntura transicional de las postrimerías del glorioso Pontificado de S.S. Pío XII a los inicios del primer año del memorable Pontificado de S.S. Juan XXIII.

¿Por qué ha sido posible todo esto?
¿Por qué han sido posibles dentro de la Iglesia y tan cerca del Papa encubrimiento tan denso y silencio tan prolongado? Sabemos por la lógica simple y por la misma enseñanza evangélica que no puede ser una misma la raíz del trigo y la de la cizaña. ¿Cómo explicar, entonces, Santo Padre, aparentemente de una misma fuente los bienes manifiestos y, al mismo tiempo, el mal moral referido, de cuya existencia no podemos dudar, pues de él tantos fuimos víctimas y por tanto tiempo? ¿Se trata de una misma raíz y de un mismo tronco, o de un extraño, no cristiano arte, cuasidemoníaco, de ocultarse el mal real detrás de ciertos bienes objetivos, productos de distintas buenas voluntades, no negables del bien y el hacedor del mal? Reconocemos que por diversas razones no es una labor fácil establecer de modo inequívoco el deslinde (pues, en último término, la verdad de una cosa sólo puede ser el conjunto de todas las cosas: ¡y eso es parte del gravísimo problema!); pero afirmamos que sí es responsabilidad de la Iglesia Católica, organizadora de toda clase de encuentros nacionales e internacionales para tratar puntos fundamentalmente de doctrina y praxis cristianas y a la que no le faltan los medios oportunos para investigar la verdad, si firmemente así lo quiere e institucionalmente así lo decide.
Nosotros, como víctimas, pero adultos ya, reflexivos y obligados sólo a la verdad, basados en nuestra directa experiencia personal de muchos años muy cerca de la críptica vida íntima del fundador y general de la Legión de Cristo, el padre Marcial Maciel Degollado, afirmamos ante Vos, ante la Iglesia y ante la sociedad, sin negar el enigmático carisma que siempre lo ha acompañado y que, precisamente, no es privativo sólo de los espíritus buenos, que en gran parte su personalidad externamente conocida es un producto mítico de un esfuerzo institucional fabricadamente elaborado, más cercano en su esencia y modos, dirían algunos, a los procedimientos del nacionalista Joseph Goebbels que a la desnuda verdad de Evangelio de Cristo. Es cierto que, como muchos de los modernos mitos humanos, manifiesta aspectos a primera vista espectaculares y en varios sentidos hasta ventajosos. Mas no encontramos en la historia del Cristianismo ningún hombre de Dios que considerase a un mito como verdadero sólo porque resultara útil.

¿Qué es lo que está en riesgo?
¿Que con la investigación solicitada por nosotros se afectaría el prestigio y la respetabilidad públicas de la persona aquí acusada?: no más que el prestigio y la respetabilidad de cualquier hombre perteneciente a una sociedad bien constituida que posee leyes uniformes para todos, sin acepción de personas, y para la cual la Iglesia quiere ser modelo de doctrina y práctica de la justicia. Si lo que hemos dicho y estamos diciendo no es cierto, que esa misma justicia argumentadamente nos lo impute, que inflexiblemente nos lo pruebe y que seamos castigados duramente; y que ante Dios y ante los hombres brille íntegramente a favor del padre Marcial Maciel Degollado el esplendor de la verdad. Si, en cambio, sometidos todos, él y nosotros, al escrutinio. completamente imparcial de una comisión libre y capaz, formada por hombres y mujeres, laicos y eclesiásticos, especializados en las ciencias apropiadas para el caso, se reconociese que decimos lo cierto, como afirmamos, en las acusaciones que hemos presentado, que entonces también la verdad resplandezca y que igualmente se aplique la justicia. Que todos seamos tratados con la misma regla, como corresponde a hombres libres y adultos, miembros de la Asamblea Católica, en una sociedad y en una Iglesia dignas. Porque, de lo contrario, debería otorgarse a todo hombre y toda mujer el privilegio de deshacerse fácilmente de la responsabilidad moral de sus actos ante los grupos humanos legalmente constituidos, con el simple silencio o con declaraciones propias autónomamente exoneratorias, y con la facultad añadida de acusar de calumniadores, difamadores y falsarios a sus antiguas víctimas, reveladoras públicas ya de las injusticias infligidas contra ellas.
Santo Padre, en caso de reconocerse la culpabilidad del padre Marcial Maciel Degollado, ¿sería ello tan oneroso para la Iglesia? Más grandes errores ha reconocido en su historia. Permitidnos la osadía de decir que por razones múltiples lo oprobioso para la Iglesia sería dejar de aclarar cuál es la verdad y no hacerse la debida justicia, se extenderá un escándalo mayor y quedará siempre en duda para muchos la credibilidad misma al magisterio de la Iglesia, la cual, por una parte, ofrece en ocasiones disculpas generales por los delitos de sus clérigos y publica documentos hermosos y ricos en fuentes escriturísticas sobre la debida pureza del sacerdote, sobre la dignidad de la persona humana y sobre el respeto a ésta debido y, por otra parte, oculta y calla cuando la acusación se refiere a alguien encumbrado dentro de su propio sistema.
Ante lo que nos tocó presenciar directamente y sufrir en carne y espíritu propios, y después de lo que hemos observado y sabido durante largos años, nosotros nos preguntamos ahora, consternados: ¿cómo es posible que una sabiduría tan antigua como la de la Iglesia haya podido ser engañada tan fácilmente a tan altos niveles jerárquicos, por tanto tiempo, en tantos lugares, a pesar de tantas víctimas y de tantos insistentes reclamos? ¿Es la Iglesia eficaz en su voluntad de investigar y conocer los irregulares y destructivos hechos morales de sus altos miembros? ¿O teme conocerlos? ¿O teme el escándalo? ¿Pero qué mayor escándalo que ese extensísimo museo oculto de almas en diáspora espiritual, deformadas y dañadas de por vida en lo más íntimo de su sacralidad por "lobos vestidos con piel de oveja" y disfrazados de pastores, corruptos y corruptores, seductores y no conductores de almas, aunque obviamente poderosos por su influencia económica, social y eclesiástica, no personalmente por el ejercicio de los valores que pregona el verdadero Evangelio de Cristo?
Santo Padre, Vos, como nosotros, sabéis que "Deus non irridetur" y que la palabra traiciona a quien traiciona la Palabra. Todo es cuestión de tiempo. Porque, como recuerda un autor poco notorio, "pese a los clamores y vítores, la gran mentira nunca ha sido un éxito histórico permanente". Si la Iglesia quiere recuperar la perdurable fe íntima de tantos fieles desilusionados (dejando a un lado las estadísticas publicitarias de aglomeraciones cuantiosas, que olvidan que sólo "in interiore hominis habitat Spiritus" y de datos de cierto crecimiento institucional, que, en contraparte, no mencionan para nada las aún mayores deserciones ni sus causas), debe ser claro y manifiesto que Ella no teme imponer limpieza y orden en su propio recinto socioespiritual. Creemos firmemente que sólo un cristianismo justo, transparente y valiente ganará el respeto verdadero y activo de viejos y jóvenes, de hombres y mujeres valiosos e inteligentes y sanamente críticos en un mundo superficial, tan fácilmente impresionable por datos de manifestaciones masivas, de movimientos gregarios y de un poder de convocatoria bajo declaraciones válidas en sí mismas, pero tristemente, ¡y tantas veces!, sin consecuencia para el cumplimiento de la justicia.

¿Una Iglesia santa?
Santidad, nos sorprende muchísimo ver cómo tantos eclesiásticos de nuestros días se resisten a conocer la existencia del mal y de la injusticia en el medio religioso católico, cuando, por otra parte, sabemos por la Sagrada Escritura, por los testimonios de los Santos Padres y por los documentos del no lejano Segundo Concilio Vaticano que la Iglesia acepta oficialmente que es no sólo una Institución para los pecadores sino también una Iglesia pecadora. Que, aunque por su divino origen sea "sine macula et ruga", "la Iglesia está constantemente amenazada desde dentro (Mateo, XXIV, 20) por maestros erróneos y por profetas mentirosos (...) por la tentación de hacer mal uso de su misión (...). Que Dios otorga sitio al mal en la Iglesia, que la cizaña puede crecer hasta el fin de la cosecha y que en la red del pescador hay peces malos y peces buenos (...) (Mateo, IV, 1; XIII, 24; XIII, 36; XIII, 47) " [Karl Rahner, Escritos de Teología, Madrid, Taurus Ed., 1969, tomo IV: "Escritos del tiempo conciliar", p. 317].
San Agustín, por su parte, nos advierte que hay hombres que permanecen ("in Ecclesiae sinu"...) "corpore quidem sed non corde"... [Ibid., p. 327, nota 24]; y el mismo santo nos recuerda con sus propias palabras, sin hacer excepción de persona alguna, que "...todos somos pecadores", declarando así, de hecho, a la Iglesia también pecadora, y prometiendo "su 'sin mancha ni arruga' sólo para la eternidad" [Ibid., p. 330]. "No se niega (...) una culpa de la Iglesia misma, toda vez que en orden a esa culpa entran en juego los portadores del ministerio eclesiástico, que obran jurídicamente en nombre de la Iglesia y cuya culpa la afecta muy empírica y perceptiblemente" [Ibid., p. 332]. Así pues, entendemos que "no solamente ha de confesarse cada uno en la Iglesia verdadera y humildemente como pecador (DS 229, 230, 1537), sino que también ha de hacerlo la Iglesia misma "[Ibid., p. 336]. Y perdonadnos, Santo Padre, continuar la cita del autor que tanto ha reflexionado sobre este tema: "Sólo cuando la Iglesia se sabe Iglesia de los pecadores, se convence real y perdurablemente -y entiende semejante imperativo en toda su hondura- de que necesita de purificación, de que ha de aspirar siempre a la penitencia y a la reforma (nº 8). De lo contrario, todas las exigencias reformadoras no son sino recetas de antigua prudencia, deseos sin fuerza que sí pueden perfeccionar el derecho de una institución y desarrollar una técnica y una táctica pastorales de grandes vuelos, pero que, con todo, no arraigan en el suelo de la vida, de la fe verdadera y de la Iglesia humana". [Ibid., p. 336].

¿Una Iglesia justa?
Pensamos, Santo padre, que no pocos de los que leyeren esta carta también pública nos tildarán de atrevidos por razón de nuestra directa apertura y, sobre todo, por dirigirnos a Vos con estas referencias de doctrina; o quizá nos juzguen insensatos por parecerles que pretendemos llevar nuestra pobre agua al mar de Vuestra sabiduría y autoridad. Con todo, Santidad, nosotros no hemos sido precipitados. Y por haber dicho la verdad acerca del padre Marcial Maciel Degollado, algunos de nosotros hemos tenido que soportar durante meses ataques e insinuaciones humillantes, intimidación, desconocimiento, ofensas eclesiásticas, editoriales alevosos [por ejemplo, en El Norte, Monterrey, México, 26-05-97], pérdida de amistades y contactos sociales, penosos dolores familiares. Queremos que la Iglesia y la sociedad comprendan que lo único que deseamos es que se haga justicia; mas no sólo por legítimas reivindicaciones personales sino por el bien de la Iglesia y de la sociedad. Pensamos objetivamente que la confrontación de David contra Goliath se repite. Y por encima de todo y de todos, nuestra única confianza real está puesta en El Señor del que Vos sois Vicario. Y no nos avergonzamos. Sabemos que la verdad nos mantiene libres y deseamos esa misma fortuna, a tiempo, para quien todavía la necesita. Porque, como el padre Marcial Maciel Degollado solía repetir tantas veces: "la vida es una y se vive una sola vez". ¡Mas qué triste, después de haber adoptado cuasipublicitariamente el heideggeriano concepto de "autenticidad" casi como lema institucional, llegar a los últimos años de esa vida envuelto aún en irredentoras apariencias, con las manos personalmente vacías de la verdad y habiendo pecado tanto contra la luz! Que recuerde esta cita de una de sus propias Cartas... sobre la mentira: "... duramente anatematizada y sancionada por Dios en la Sagrada Escritura: Dios abomina los labios mentirosos, dice el autor de los Proverbios [II, 22] y por medio de San Juan [III, 44] llama a los mentirosos "hijos de Satanás": 'Vosotros tenéis por padre al Diablo'". [Mensaje..., p. 136].
Santidad, al concluir justamente Vuestra extensa entrevista con el periodista italiano Vittorio Messori, publicada en castellano bajo el titulo de En el umbral de la esperanza (Barcelona, Plaza y Janés), citabais con aprobación las palabras de André Malraux: "El siglo XXI será un siglo religioso, o no será". Nosotros nos atrevemos a imaginar, Santo Padre, que igualmente y con parecida convicción se les podrá ocurrir pensar a muchas mentes dubitantes y desesperanzadas algo similar con respecto a nuestra Madre: "La Iglesia Católica en los tiempos que avanzan habrá de ser verdaderamente coherente, o no será".
Y, Santo Padre, nosotros no hemos buscado el escándalo: es Cristo quien dijo: "Es inevitable que aparezcan escándalos, mas ¡ay de aquel a quien se debe el origen del escándalo!..." [Lucas, XVII, 1]. También Vos mismo, el domingo 23 de junio del ano pasado, en Berlín, criticasteis a los alemanes, porque, cincuenta años atrás, "... no se movieron en forma masiva..." contra la mentira del nacionalsocialismo hitleriano y porque "...hubo demasiados silencios..." [Crónica, México, 25-06-97]. Y, al recordar esos hechos y omisiones, Vos no preguntasteis "¿Por qué ahora?".
Es también la lectura de Vuestra Carta Encíclica Veritatis Splendor la que nos ha movido a manifestarnos privada y públicamente para que, dicho con Vuestras propias palabras, "... el esplendor de la verdad moral no sea ofuscado en las costumbres y en la mentalidad de las personas de la sociedad [...] a fin de que no sólo en la sociedad civil sino incluso dentro de las mismas comunidades eclesiales no se caiga en la crisis más peligrosa que puede afectar al hombre: la confusión del bien y del mal, que hace imposible conservar el orden moral en los individuos y en las comunidades". [op. cit., 93].
Si esta carta, como rogamos a Dios, llegare a Vuestras venerables manos y fuere leída, al menos en parte, por Vos, lamentaremos el inevitable dolor que nuestra queja y la exposición de nuestro mal indudablemente causarán en Vuestro atribulado espíritu. Bien sabemos cuán pesada es la carga de Vuestro laborioso pontificado. Mas, completamente frustradas ya otras instancias de recurso dentro de la Iglesia, y aconsejados nosotros por la fe y por la historia, no nos quedaba otra puerta legítima y segura a la cual intentar llamar directamente coram omnibus, ante todos, sino la puerta del Papa. Tal vez un día, ante el resultado de la investigación profunda de la triste verdad que hemos manifestado, alivien de alguna manera Vuestra pena las sabias palabras que San Juan Crisóstomo pronunció en su Homilía en defensa de Eutropio: "Son mejores las heridas causadas por los amigos que los falsos halagos de los enemigos".

Juramento
Así pues, todos nosotros, católicos creyentes, los abajo firmantes, sin razón alguna de frustración en nuestros trabajos y esfuerzos personales, completamente libres de cualquier deseo de venganza por las ofensas corporales y espirituales antaño u hoy sufridas por nosotros de parte del padre Marcial Maciel Degollado, sin interés de medro de cualquier naturaleza, sin coacción alguna de nadie ni de ningún grupo de cualquier tipo de poder, mas conscientes de nuestra difícil pero ya impostergable obligación ante la Iglesia y la Sociedad, juramos solemnemente delante de Dios que nos ha de juzgar, delante de Vos, que tenéis también la gravísima responsabilidad de sopesar y conocer profundamente a los hombres que proponéis como guías y modelos de vida, delante de la Iglesia Católica entera de la Ciudad de Dios y, mientras, en la Ciudad del Hombre, y delante de toda autoridad divina y humana, religiosa y civil, que puede y debe, si quiere, someternos a duros y exhaustivos interrogatorios, juramos -repetimos- que en nuestras actuales declaraciones y revelaciones habladas y en nuestros testimonios individuales recientemente escritos acerca de la conducta inmoral del padre Marcial Maciel Degollado hemos dicho solamente la verdad. Y, bajo deber de conciencia eclesial y social, por lo que durante tantos años tan cercanamente presenciamos y tan personalmente experimentamos, y contradiciendo, muy a doloroso pesar nuestro, las palabras Vuestras acerca de la ejemplaridad moral del padre Marcial Maciel Degollado expresadas en Vuestra carta del 5 de diciembre de 1994, citada al inicio del presente documento, afirmamos virilmente, apoyados en la inequívoca doctrina del Evangelio de Cristo y en la tradición cristiana, que sería espiritual, psíquica y éticamente funesto en sumo grado para cualquier alma conducir su vida privada siguiendo el patrón de conducta íntima del padre Marcial Maciel Degollado con respecto al sexo, al placer del narcótico y a su negativa actitud ante la verdad y ante otros valores espirituales y humanos. Juramos esto por Cristo, por el ejemplo de los hombres dignos que en cualquier lugar y época del mundo han sufrido por defender la verdad, por la memoria de la engañada ilusión religiosa de nuestros padres, por el dolor del daño psíquico y moral de muchos de nuestros antiguos compañeros, por el deseo de una sociedad menos complaciente, más valiente e inquisitiva, por la esperanza de una juventud más crítica, por la necesidad de un gobierno civil más atento y supervisor, por el anhelo de una Iglesia justa, honesta y limpia.
Entendiendo cuán difícil será para Vos, Santo Padre, comprendernos mientras no se lleve a cabo la necesaria investigación y un juicio canónico, rogamos al Señor por Vuestra luz, salud, bienestar y paz. Y os expresamos que deseamos permanecer unidos a Vos, con nuestra esperanza puesta en el esplendor de la verdad y en el triunfo de la justicia.

Estados Unidos de Norteamérica/ México, Mes de noviembre de 1997.

Responsables de la publicación:
Félix Alarcón Hoyos
José de J. Barba Martín
Saúl Barrales Arellano
Alejandro Espinosa Alcalá
Arturo Jurado Guzmán
Fernando Pérez Olvera
José Antonio Pérez Olvera
Juan José Vaca Rodríguez

Dirección para Vuestra respuesta, que rogamos
Nunciatura Apostólica de México
Juan Pablo II # 118
México D. F.
01020
(Esta carta fue publicada en la revista mexicana Milenio, el 8 de diciembre de 1997)


Los firmantes de esta carta de denuncia contra Marcial Maciel --que también se materializó en forma de proceso judicial iniciado el 17 de octubre de 1998 ante el tribunal de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el mismo que lleva décadas encubriendo al poderoso sacerdote--, que confiesan haber sido abusados sexualmente por Maciel durante sus primeros años de adolescencia, cuando estaban bajo su cargo en seminarios de España e Italia, son todos hombres con una probada solvencia en sus vidas y profesiones. A saber:

-- Félix Alarcón Hoyos es un sacerdote español que ejerce en Estados Unidos;
-- José de J. Barba Martín es catedrático del Instituto Tecnológico Autónomo de México;
-- Saúl Barrales Arellano es profesor de un colegio católico;
-- Alejandro Espinosa Alcalá es un importante ganadero;
-- Arturo Jurado Guzmán es catedrático de la Escuela de Lenguas del Departamento de Defensa de Estados Unidos;
-- Fernando Pérez Olvera es ingeniero químico;
-- José Antonio Pérez Olvera es abogado;
-- Juan José Vaca Rodríguez, ex sacerdote, estrecho colaborador de Maciel durante tres décadas y ex presidente de Legionarios de Cristo en Estados Unidos.


Para mayor información al respecto, puede consultarse:

-- Torres Robles, Alfonso (2001). La prodigiosa aventura de los Legionarios de Cristo. Madrid: Foca.

-- Rodríguez, Pepe (2002). Pederastia en la Iglesia católica. Barcelona: Ediciones B.


Periodistas cuestionan beatificación de JP II

http://www.impre.com/laopinion/noticias/primera-pagina/2011/4/30/implican-a-cardenales-en-escan-253628-1.html#commentsBlock

Reconocidas como periodistas incómodas, Lydia Cacho y Sanjuana Martínez participaron ayer en la apertura de la Feria del Libro en Español de Los Ángeles, LéaLA, para hacer honor a esa fama que las caracteriza. Y se lanzaron de lleno a la yugular del cardenal retirado Roger Mahony, ex arzobispo de Los Ángeles, a quien señalaron como encubridor de los delitos que tanto en México como en Estados Unidos cometieron sacerdotes pederastas.

Según Sanjuana Martínez, autora de la saga de libros que tratan el lado oscuro de la Iglesia Católica: La cara oculta del Vaticano, Manto púrpura y Prueba de fe, el cardenal Mahony deja una mancha difícil de limpiar al obispo que lo sucedió, José Gómez. "Esta trilogía habla del lado oscuro de la ‘Santa Iglesia Católica’", dijo Martínez recalcando que habría que ponerle comillas.

La importancia de presentar sus libros en Los Ángeles, dijo la periodista, se basa en el papel primordial que fungió Mahony en el intercambio de curas pederastas con México, teniendo como cómplice al cardenal Norberto Rivera. "Mahony y Rivera idearon un ‘fast track’, un TLC, tratado de libre tránsito de curas pederastas, porque en cuanto un sacerdote era acusado de violar a niños, ambos se ponían de acuerdo para removerlo de país a país, de parroquía a parroquia y de esa forma evadir la accion de la justicia y perpetuar así la impunidad que ha predominado en los abusos sexuales del clero".

Martínez presenta sus libros en la coyuntura de la beatificación del Papa Juan Pablo II, quien era el jerarca mayor de la Iglesia Católica en esos tiempos. "Hay que recordar que la beatificación de este Papa cuestionado por su protección al clero pederasta es tambien una sombra que la Igleisa Catolica no puede evadir", mencionó la escritora. "La beatificación se da en un contexto verdaramente dramático y de crisis profunda del imperio que significa el Vaticano y que se está tambaleando por este cáncer que es la pederastia clerical".


Han perdido la decencia... ha ganado la igualdad: Estado Laico kaput

Las diversas confesiones religiosas que propugnan
el proyecto de ley de igualdad religiosa aprobado ayer
en el Congreso han perdido la dignidad y la decencia
y se declaran enemigos de un Estado Laico para el Perú


A los interesados en un Estado Laico:

http://www.facebook.com/group.php?gid=115280842118

Pretendíamos que el Estado Laico promoviese la separación irrestricta de iglesias y Estado, que fuese un modo civilizado de convivencia entre los creyentes de diversos credos entre sí y entre los creyentes y no-creyentes. Pensábamos que el pretendido Estado Laico iba a ser la culminacion de un esfuerzo ético por la neutralidad, el respeto y la tolerancia mutua.

Sin embargo es evidente que el totalitarismo de las sectas religiosas se está imponiendo arteramente sobre el anhelo de construir un Estado racional, moderno y democrático para todos. El Estado que vendrá ahora será un Estado donde el avasallamiento de la libertad de conciencia mediante la persuasión coercitiva en la educación pública estará validado por el concepto torcido de "libertad religiosa". La "libertad religiosa", como dijo un visionario, es la libertad de los ignorantes, es la necesidad de mantenerse en el oscurantismo disfrazando la ignorancia cual si fuese un "derecho humano".

Estamos al filo de permitir que nuestra patria se convierta en el paraíso de las sectas donde cualquier grupo religioso, ahora con condición de ente jurídico público, tenga la prerrogativa de usufructuar de nuestos impuestos y del patrimonio nacional, para el enriquecimiento particular de sus líderes.

Ahora quieren que veamos impasibles cómo se estabecen concordatos ya no solamente con la iglesia católica sino con cuanto grupete oscurantista y medieval quiera succionar de la mamadera del Estado Peruano. A diferencia del costoso avance de la laicidad logrado en varios países de la comunidad europea en el Perú vamos caminando raudamente al medioevo mediante el financiamiento y la subvención de las irracionalidades que promueve este proyecto de ley.

Ahora quieren que los bienes mal obtenidos sean "inembargables". En otras palabras, quieren la impunidad cuando sean acusados por cualquier delito que pudiesen cometer. La bancarrota de la iglesia católica estadounidense por los cargos de pederastia clerical no hubiese sido posible si sus bienes hubiesen sido declarados previamente "inembargables".

Ahora ya tampoco quieren pagar impuestos a la renta, alcabala, predial ni propiedad vehicular. Ahora ya no quieren bailar con su propio pañuelo. Ahora también quieren ser las sanguijuelas religiosas del Estado Peruano. Bonito ejemplo el de la iglesia católica.

Está en nuestras manos el elevar nuestra enérgica protesta y utilizar todos los foros de discusión posibles para lograr una conciencia corporativa e intentar evitar un retroceso monumental de nuestra sociedad a estadíos primitivos de religiosidad, irracionalidad y fundamentalismo.

Héctor Guillén Tamayo
03.07.09