Introducción por Ariana Lira, subdirectora de Altavoz:
En este artículo, Martín Scheuch comparte un texto revelador que recibió de un exsodálite cuando este aún era consagrado. Hoy César Oga ya no pertenece al sodalicio y ha autorizado, dos años después, publicar su testimonio. Este escrito, que fue redactado cuando Oga estaba dentro del Sodalicio, refuerza la teoría de Pedro Salinas y Paola Ugaz, según la cual el problema con el Sodalicio de Vida Cristiana que permitió los distintos abusos es el sistema entero sobre el que se ha construido, no unas cuantas "manzanas podridas", como ha sostenido la actual cúpula del sodalicio y muchos otros.
El texto es largo, pero sumamente relevante -sobre todo considerando que fue escrito por un "insider"- para comprender que los testimonios sobre la institución no son casos aislados, sino producto de una estructura que, hoy en día, continúa vigente. Leerlo es casi una responsabilidad.
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Escribe: Martín Sceuch
El 10 de noviembre de 2015, a poco de estallar el escándalo del Sodalicio a fines de octubre del mismo año, me llegó un e-mail de una persona que no conocía. Se trataba de César Oga, sodálite peruano y director del Colegio San José en Cajicá, al norte de Bogotá. Allí me decía lo siguiente:
“Martín, he venido siguiendo desde hace mucho tu blog. Sigo siendo sodálite consagrado y creo firmemente que existen dramáticos vicios en el sistema sodálite. Quiero mandarte un escrito sobre críticas que ya venía expresando a mis autoridades varios años atrás. Ciertamente este escrito lo hice y lo envié al Consejo superior antes que suceda la actual catástrofe. Te lo envío solamente por si en algo alimenta tus reflexiones, al ser un testimonio de alguien que está adentro. Creo en tu crítica honesta y creo, además, que hay que criticar mucho desde fuera para ayudar a salvar la institución. Te pido eso sí discreción, no cites textualmente mi escrito ya que, como te dije, es de conocimiento del Consejo Superior y algún otro hermano. Por lo pronto, quiero manejar una prudencia. He visto también que mantienes los principios éticos de confidencialidad”.
El texto en cuestión era un extenso y brillante análisis de las deficiencias del sistema sodálite, sin mención alguna a abusos de tipo sexual, pero con una descripción acertada de las condiciones y supuestos que permitieron que se cometieran abusos psicológicos y físicos que -como ya se sabe- culminarían en algunos casos en abusos sexuales.
El comentario que le envié ese mismo día a César fue el siguiente:
“Desde hace años he venido insistiendo en que las ovejas negras que aparecían en la comunidad sodálite no eran casos aislados, sino síntomas de un sistema que tenía que ser sometido a análisis y autocrítica. Veo que en tu escrito haces precisamente eso que yo he estado indicando desde hace años.
Mi hermano Erwin y otras personas me han insistido continuamente en que el Sodalicio había cambiado y, por lo tanto, mis análisis eran injustos y faltos de caridad. Pero nunca se me dio detalles sobre en qué habían consistido los cambios. Y el feedback que yo recibía me hacía recordar los mismos vicios de siempre. Según leo en tu escrito, los problemas medulares han permanecido y los cambios parecen haberse limitado a aspectos cosméticos. Me queda claro que respondían a una buena intención, pero han sido del todo insuficientes.
Quiero recalcar lo que señalas sobre el aislamiento de la realidad. Te lo puedo poner con un ejemplo. Nunca escucharás de boca de un sodálite que los Beatles y Pink Floyd constituyan un aporte sustancial a la cultura musical de todos los tiempos. O que las películas de Federico Fellini, Luis Buñuel y David Lynch sean importantes para comprender la problemática del hombre de nuestros tiempos, incluso en su aspecto religioso. Ser a la vez teólogo y un amante del cine de Fellini y Buñuel, como lo era el SJ —que fue profesor mío en la Facultad de Teología— es algo impensable en un Padre Francesco Interdonato sodálite. Y algo similar se puede decir de muchos campos de la cultura. En los temas de doctrina social, historia, arte en general, sexualidad, etc., el Sodalicio se ha dedicado a repetir fórmulas propias de una ideología, en vez de confrontarse con la realidad en todas sus matices.
Sobre la inseguridad de Luis Fernando [Figari], no sé sí sabes de su miedo obsesivo a las enfermedades, hasta el punto de que alguien fue testigo de que desinfectaba con pañitos de alcohol toda manija o picaporte de puerta que tuviera que tocar con sus manos.
En fin, el texto es sumamente interesante, como para leerlo varias veces. Es una lástima que no se pueda publicar ahora. Ten por seguro que lo guardaré en secreto, así como tengo otras comunicaciones más que no estoy autorizado a revelar”.
César Oga ya no es sodálite. Ni tampoco director del colegio sodálite San José en Colombia. Como ocurre con muchos miembros del Sodalicio que asumen una posición crítica —aunque ésta sea constructiva y formulada con las mejores intenciones—, las autoridades sodálites los invitan a poner las barbas en remojo y a efectuar una revisión de vida —o discernimiento, como lo llaman— para impulsarlos a encontrar en sí mismos y en sus problemas personales, reales o ficticios, la causa de sus dudas y su espíritu crítico. César no fue la excepción a la regla.
Ahora que ya tiene su vida bien encaminada fuera del Sodalicio, César me ha autorizado a publicar sus reflexiones,a fin de que quede constancia de los serios problemas que él vio en la institución y que, en su opinión, aún podrían solucionarse si se toman medidas drásticas correspondientes. Pero para eso, debe haber la voluntad de hacerlo. No vemos que la haya, pero, como siempre he sostenido, nunca es demasiado tarde para hacer lo correcto.
Miembros de la comunidad sodálite en Colombia. Fuente: fsnoticias.org
A continuación, ponemos a disposición el texto redactado por César Oga cuando todavía era sodálite. Por razones confidenciales, se han omitido los nombres de algunas personas. Nos hallamos ante un documento importante, que amerita ser leído varias veces y que constituye una radiografía certera de la seria problemática que aún aqueja a la institución.
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6 de marzo de 2015
PERCEPCIONES DE UNA ERRADA CULTURA COMUNITARIA SODÁLITE
Autor: César Martín Oga Miranda
Antes de desarrollar mi percepción sobre aspectos de la vida y cultura interna de la comunidad es importante aclarar que la descripción que se realiza en este escrito se ubica en los años en los que Luis Fernando [Figari] fue Superior General y luego Eduardo [Regal], continuador de sus políticas. La intención es poner en discusión percepciones y reflexiones personales de elementos de esta etapa de nuestra comunidad para llamar la atención sobre aquellos aspectos negativos que puedan estar vigentes en la cultura de la comunidad.
La base de este análisis parte del principio de que una obra es reflejo de su autor. En este orden de ideas, el Sodalicio es una organización que en su etapa fundacional se ha fundamentado en un liderazgo único y absoluto de su fundador Luis Fernando [FIgari]. Esta personalidad estuvo acompañada de un colaborador incondicional que fue Germán Doig. Germán fue una especie de traductor e intérprete de las intuiciones de Luis Fernando. Su trabajo conjunto fue cerrado, no hubo una persona relevante que haya sido influyente en esta co-dirección.
Esto es más relevante aún por la cantidad de años que estuvo Luis Fernando a cargo del Sodalicio directamente, e indirectamente durante el gobierno de Eduardo Regal. Esta influencia se prolonga desde la fundación del Sodalicio en 1971 hasta el 2013, cuando es elegido Sandro [Moroni] como nuevo Superior General. Por lo tanto, se trata de una influencia prolongada que marcará la configuración del Sodalicio, tanto en aspectos formales como en la cultura interna.
Luis Fernando va a proyectar su comprensión de la fe en la institución. Y esa comprensión y su posterior conceptualización van a configurar lo que hemos entendido como espiritualidad. Pero la figura de Luis Fernando en la institución va a desbordar dicha plasmación conceptual. Irá más allá. El día a día de la comunidad, como en cualquier realidad social, va a estar entretejida por relaciones humanas, sistemas de valor, comprensiones de la realidad y juicios que se desarrollarán en el gobierno de la comunidad y que, a la vez, irán configurando la cultura sodálite: ese ámbito intangible que constituye el “mundo” que influenciará la vida del sodálite.
Es por ello, que más allá de los aspectos formales y doctrinales que Luis Fernando establecerá como principios de la comunidad, su carácter y personalidad permearán la estructura de toda la comunidad y sobre todo, lo que vengo llamando, la cultura interna.
Este principio mencionado, de la influencia de Luis Fernando en la comunidad, tal vez tiene un par de consideraciones. La primera se refiere a la naturaleza misma del carácter de Luis Fernando. Su influencia no será como la de cualquier líder en su entorno. Una de las primeras características de su persona siempre fue su carácter fuerte, vehemente, impositiva y radical. Su palabra era incuestionable. Por lo menos para la generalidad de los sodálites. Esta inflexibilidad en su personalidad es una expresión de un aspecto más profundo y caracterológico: la auto-referencia a sí mismo. Pienso que este elemento se convertirá en una fuerte característica de la comunidad general: una institución auto-referente con, incluso, connotaciones mesiánicas.
Él es la personificación de una organización que se ha experimentado, por muchos años, como una espiritualidad con una exclusividad por encima de otras en la Iglesia. No son pocas las veces que he escuchado a Luis Fernando hablar de la espiritualidad sodálite como la decisiva en esta etapa de la historia de la Iglesia.
Un elemento que ha influenciado a esta especie de exclusividad de la espiritualidad sodálite es que la hemos considerado como una espiritualidad integral, no limitada a un aspecto de la realidad. Por ejemplo, nuestra visión de la fe. En nuestra espiritualidad le hemos añadido a la fe el adjetivo de “integral”. La espiritualidad sodálite tiene como característica la fe integral, a diferencia de otras espiritualidades que enfatizan tan solo alguna de sus dimensiones. Y precisamente por ello nuestro carisma, supuestamente, goza de una especial capacidad crítica de la realidad. Como resultado de esto, nuestra posición para criticar la realidad es más completa y objetiva. A partir de allí creernos la medida de las cosas es un error en el que es fácil caer.
La segunda consideración sobre la influencia de la personalidad de Luis Fernando es que la comunidad por muchos años jamás cuestionó las actitudes y personalidad del Fundador. Todo lo contrario, incluso en aquellas cosas difíciles de aceptar por no ser razonables se les atribuía una especie de intuición sobrenatural propia de una persona iluminada por el Espíritu Santo.
Luis Fernando ha expresado por diversas conductas una personalidad egocéntrica, impositiva y caprichosa que podía llegar a atropellar la dignidad de las personas y era justificada por un falso concepto de celo por el Evangelio.Todo aquello que se interfiriera en su camino era considerado como un obstáculo para el desarrollo del Plan de Dios del cual él era un elegido para llevar a cabo.
PERSONALIDAD INSEGURA
Sin embargo, la contraparte de esta personalidad tan imponente era una inseguridad muy profunda frente a la realidad. Incluso diría que esto podría reflejar algunos rasgos de un escrúpulo espiritual. En este sentido puedo citar una frase que me dijera el padre Jaime [Baertl] acerca de Luis Fernando [Figari]: “es la persona más insegura que he conocido en mi vida”. Sacando la exageración que pudiese tener por el momento coloquial de la conversación, definitivamente pienso que expresa un aspecto significativo de esta realidad.
Luis Fernando, creo yo, reflejó esta inseguridad de su personalidad en el estilo de vida que llevó. Fue un personaje que en la mayor parte de su vida, como fundador de la familia sodálite, vivió un estilo de vida ermitaño. Eran pocas las veces que él se exponía socialmente y, cuando lo hacía, estas situaciones se desarrollaban en ámbitos controlados. Para ello se desplegaba una supervisión minuciosa de dichos espacios o situaciones. Luis Fernando repasaba los detalles de las situaciones en las que se iba a exponer. A eso se le llamó reverencia. A mi parecer esa atención escrupulosa a los detalles que podían ser factores “fuera de control” refleja algo de una tendencia obsesiva e insegura a la realidad.
Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana y acusado de abusos sexuales y físicos
Estos espacios controlados tenían como fin poner las condiciones para que Luis Fernando pudiese presentarse como el centro único de ese momento, para que pudiese ser escuchado con reverencia por un público dócil que no cuestionase ninguna de sus palabras. Recuerdo que en alguna charla en la que era importunado por una pregunta que no fuese de su agrado, la persona era avasallada por una reacción irascible y descalificadora de su parte.
Las personas no podían contradecirlo. Ni siquiera a modo de suscitar una sana discusión constructiva. Recuerdo una vez que hice un aporte luego de una charla que nos dio a unos superiores. Si bien mi comentario no fue para nada una crítica a sus ideas tampoco estuvo en sintonía con el ánimo de lo que él había expresado. Como respuesta me dijo que me pusiera un cuaderno frente a los ojos para tapar mi vista. Y me dijo que esa era mi comprensión de las cosas: “ciega”.
Por otro lado, su horario de vida cotidiana invertido me parece que refleja una especie de lejanía de la vida social convencional. Para llegar a él había que pasar por el control de sus asistentes y en los lugares públicos siempre tenía un séquito de personas que estaba pendiente de su seguridad. Luis Fernando siempre estaba rodeado de protocolos: su llegada a lugares públicos, las citas con él, las ceremonias litúrgicas, las reuniones en las comunidades, etc. Los excesivos protocolos son, muchas veces, maneras de evitar que las cosas tomen rumbos indeseados e inseguros.
PROTAGONISMO SODÁLITE
Este egocentrismo y auto-referencia de Luis Fernando, me parece, ha influenciado en el perfil de los sodálites en general. El protagonismo tan afianzado de los sodálites en medio de la familia espiritual me parece que es una expresión de ello. No son pocos los lugares en donde el Movimiento de Vida Cristiana [asociación que forma parte de la familia sodálite] ha tenido una sodálite-dependencia. Incluso han existido figuras caudillistas en medio del Movimiento de Vida Cristiana como una especie de líderes religiosos en medio de la masa. En mi opinión personal los sodálites, como rasgo general, expresan un cierto deseo de protagonismo. Alguna vez una persona adulta, que no carece de agudeza, me definió el Movimiento de Vida Cristiana en Bogotá como una corte de aduladores de los sodálites. Sacando los filtros personales, creo que algo de la realidad refleja esta expresión y algo de esto puede haber en otros lugares.
Yo me pregunto: de verdad, objetivamente: ¿Tenemos algo nos hace especiales en medio de la familia espiritual y por eso hemos ocupado en justicia ese lugar? ¿O nosotros hemos generado conductas y actitudes para colocarnos allí? Evidentemente, para mí, lo que ha sucedido es la segunda opción.
Pero asumir este centralismo y protagonismo no es fácil para personalidades comunes y corrientes como son la mayoría de sodálites. Y es que la gran mayoría de nosotros no somos nada cercanos a esa personalidad especial que está en nuestro imaginario inconsciente. Para poder tener este protagonismo, pienso que hemos desarrollado mecanismos análogos a los usados por Luis Fernando. Es decir: crear un entorno para posicionarnos en ese lugar de reconocimiento. En el caso de la generalidad al no contar con un séquito de personas y recursos como los de Luis Fernando que propiciaran este entorno, lo hemos hecho por nuestros propios medios con actitudes, formas y mecanismos de defensa para ser cercanos a la gente pero a la vez lejanos y así no se percaten de nuestros defectos. Hemos buscado tener el control de las cosas y nos hemos presentado como los intérpretes legítimos de la espiritualidad.
Como consecuencia de esta aproximación no natural a la realidad se ha generado más bien una torpeza para relacionarnos con ella. Expresión de ello es la rigidez con la que nos perciben algunas personas. Adicionalmente, ejemplo de estas maneras “cercanas-lejanas”, es que a las personas de la familia espiritual les ha sido difícil, históricamente, criticarnos o cuestionar nuestras acciones.
Debo precisar que esto no se aplica a todos y cada uno de los sodálites sino que se trata de una generalidad pero que vale la pena considerar también como cultural.
LA AUTORIDAD
Una de las muchas inseguridades de Luis Fernando como fundador y superior general ha sido que la comunidad no funcione como un cuerpo sólido y sin fisuras. La unidad ha sido una aspiración de la comunidad como lo expresan las mismas Constituciones: unidad de ideales, de vida, de pensamiento, de oración; y podríamos añadir varios aspectos más no explicitados en este documento. Para lograr esta cohesión comunitaria me parece que Luis Fernando organizó un sistema basado en una autoridad fuerte y una obediencia irrestricta en todo.
La formación sodálite ha enfatizado una obediencia fundamentada en sí misma, sin otra razón que la misma obediencia. Un recurrente principio en la comunidad, aunque no escrito en un documento, ha sido “el que obedece nunca se equivoca”. Antes el superior se entendía como la voz de Dios per se, sólo por haber recibido esa responsabilidad. Pienso que si bien para la mayoría de sodálites no se podía asumir racionalmente que el superior era siempre la voz de Dios, también se defendió el principio de que era un bien mayor obedecer antes que cuestionar la autoridad.
Una práctica formativa que se usaba en las experiencias comunitarias y en el centro de formación, aunque ya se ha moderado, eran las famosas dinámicas de la obediencia “irracional”. Eran prácticas para obedecer sin preguntar, sin pedir razones, especialmente de órdenes extremas y hasta absurdas. Una dinámica emblemática era la de comer ese revoltijo vomitivo de “comida” en las experiencias comunitarias. La irracionalidad de la orden era el sentido formativo de esta dinámica. Creo que hasta hace poco en San Bartolo esta práctica se llevaba a cabo en un semana llamada, eufemísticamente, semana del amor. ¿Acaso con eso no nos estaban formando para obedecer en toda circunstancia y sin pedir razones?
La autoridad era, pues, ejercida bajo una premisa de inseguridad: la inseguridad de la división comunitaria y la infidelidad. Una expresión de esto era también que años atrás
el retenimiento de los miembros a la organización para que no se desvincularan era exagerada. Se evitaba a toda costa la salida de cualquier integrante. En varios casos, a pesar de haber manifestado un deseo honesto de salida, el sodálite era casi forzado a pasar por procesos indefinidos y prolongados para evitar aquello que era una mal en sí: la desvinculación de la comunidad. Se dieron casos dramáticos de personas no idóneas para la vida consagrada o personas que habían cometido faltas graves que, lógicamente, debían salir de comunidad y por el contrario se forzó una permanencia que terminaba siendo traumática y dolorosa. Hay varios casos que atestiguan esta lógica
[un caso de estos es el de Renzo Orbegozo. Míralo aquí].
Podría decir que en el plano práctico y como un sistema de valor inconsciente de la comunidad había una equivocada inversión en la jerarquía de valores: el valor de la autoridad estaba por encima de la conciencia moral individual. Cuando, definitivamente, la conciencia moral nunca debe ser conculcada bajo ningún argumento. Es lo más sagrado de la persona humana; y la congruencia de la conciencia con la obediencia externa es un ámbito que no se puede forzar ni siquiera en nombre de Dios.
Finalmente quiero afirmar que en ningún ámbito social existe una autoridad sin límites. La autoridad sin límites se convierte en autoritarismo y puede llegar a la tiranía. En mi concepto, varias acciones de Luis Fernando han rayado en actos tiránicos.Además, este esquema de autoridad ha llevado, y tengo ejemplos de ello, a que los caprichos y limitaciones del superior de turno se filtren en decisiones que han afectado la vida y bienestar de los hermanos. Pienso que no se ha reflexionado y establecido con claridad los límites de la autoridad. Todo lo contrario: se han dilatado sus alcances hasta llegar a campos absurdos ya que son propios de la opinión y de las opciones personales. El respeto de Dios a la libertad humana debe iluminar este aspecto de la reflexión.
ANTROPOLOGÍA NEGATIVA
Un aspecto con el que se ejerció la autoridad en el Sodalicio fue la aproximación negativa a la persona. En la práctica las autoridades manifestaban, sin querer, que lo más patente de la persona era la posibilidad de su infidelidad. Esta aproximación ha sido una clara influencia directa de Luis Fernando a quien cada salida de un hermano le generaba una frustración que enfatizaba más esta aproximación.
Creo que esta aproximación negativa a la persona estaba representada de manera patente en la valoración de Luis Fernando de la sexualidad en el sodálite. Este me parece un tema complejo a tratar pero solo puedo decir que había en Luis Fernando una recurrencia distorsionada en los temas de la sexualidad o de la homosexualidad manifestada en bromas y comentarios de doble sentido.
Por otro lado, la aproximación valorativa de la mujer en el Sodalicio siempre me ha parecido “medievalesca”. Ejemplo de esto es que en el argot sodálite a las mujeres comúnmente se les llamaba la “mostra”. También cualquier relación de un sodálite con una mujer era considerada sospechosa de plano.
Una persona cercana a Luis Fernando alguna vez me compartió que la disposición de que ningún sodálite estuviera solo, sino acompañado por alguien, tenía de fondo el temor a una infidelidad en el plano sexual. Para Luis Fernando esta compañía debía darse en todos los casos y sin ninguna excepción. Si no se llegó a aplicar esta norma de manera radical fue por la inviabilidad práctica de esta.
Yo mismo puedo dar testimonio de que hace tan solo un par de meses se me presentó una excelente oportunidad de crecimiento profesional y personal realizando un viaje de seis semanas a Inglaterra, la cual se me negó, por medio de mi autoridad, por la sospecha de que fuera una causa de desvinculación.
CONTROLISMO
Como esta visión desde la patología humana, evidentemente, implicaba un riesgo latente para la unidad de la comunidad, para evitar cualquier riesgo de infidelidad se creó una cultura controlista desde la autoridad. Para fundamentar esta autoridad se desarrolló una justificación de corte religioso en la línea de: el superior es la voz de Dios y el sodálite obedece en todo a semejanza de Cristo. Obviamente la falacia estaba en ese “todo” aplicado hacia una autoridad humana. Y para evitar cualquier posible rebeldía o engaño por parte del que obedece entonces se ejerció, lo que he llamado, un controlismo como cultura de gobierno. En la época más rancia se llegó a controlar la correspondencia de los sodálites o intervenir sus computadores. El sodálite debía estar bajo la supervisión detallada de la autoridad y no debía tener ámbitos personales que no estuvieran contemplados por ella. Esto generó una cultura en donde no había un límite claro entre el fuero interno y el control del superior. Si bien alguien con formación o una personalidad fuerte, podía cuestionar alguna intromisión de su superior, hay que tomar en cuenta que muchos sodálites jóvenes o sin criterio aceptaban sin mayor protesta y hasta con “generosidad” estos excesos.
Pienso que esta aproximación ha generado muchas anomalías en el desarrollo de la personalidad, afectividad y conciencia moral de sodálites. Incluso lo percibo como un marco que ha propiciado desviaciones en las conductas y consiguientemente caídas en contra de la propia vocación.
Creo que este controlismo también ha generado una estructura paternalista que castra la personalidad de los sodálites. Son muy pocos los sodálites que para mí expresan una personalidad de arrojo y diálogo intrépido con la cultura contemporánea. El controlismo es un entorpecimiento a la capacidad de iniciativa y audacia que pudiese haber en algunos; antes, a veces, la mata planteando, siempre, una suspicaz pregunta de: ¿no será que esto puede terminar siendo perjudicial? Entendiendo perjudicial como mundano o antievangélico.
Veo, hoy en día, la estructura comunitaria sodálite como un sistema proteccionista para personas que tienen miedo al mundo porque se los puede “comer”. Muy lejana está la imagen de ser punta de lanza en la cultura para transformarla en sus raíces, ideal con el que nos formaron de jóvenes.
En otros términos plantearía la siguiente pregunta: hoy, como comunidad, ¿podemos decir que una de nuestras características es estar en las periferias culturales, si salir unos “metros” fuera de la protección de la comunidad ya es motivo de inseguridad y sospecha?
ESTILO SODÁLITE
Un concepto que favoreció el controlismo en el Sodalicio fue el del estilo. Estilo en la definición de la comunidad era “el modo de vivir la espiritualidad”. Era la expresión vital de la espiritualidad sodálite. Como tal reflejaba lo esencial de la vocación y por lo tanto debía expresarse en todas las dimensiones de la vida. Por ello, el estilo abarcaba la totalidad de la persona.
He podido constatar en mi vida comunitaria que el estilo sodálite podía abarcar desde una melodía de música, gustos en decoración, el estilo literario, la comida, la arquitectura, las lecturas, las películas, las maneras de expresarse, formas de hablar, sentimientos que podían producirte las cosas, en detalles minuciosos de la ropa (zapatos, pantalones, camisas, abrigos, lentes, etc.).
El estilo como expresión de la vocación se expresaba en todo. Evidentemente por las razones antes expresadas los gustos de Luis Fernando configurarán algunos rasgos del estilo sodálite. Hoy por hoy me pregunto por qué y en qué momento un modelo de zapatos marca Clarcks se convirtieron en un criterio objetivo de nuestro estilo.
Ello terminó siendo un criterio para darle un gran peso a los aspectos externos del estilo y una manera de juzgar, por medio de ellos, la intencionalidad y la conciencia de las personas. Así, algún aspecto que no estuviera dentro de los cánones del estilo podía reflejar un espíritu de mundanidad y hasta infidelidad evangélica.
Pero no es por eso que se convirtió en un criterio controlista, sino porque al ser un criterio para medir la unidad sodálite y una línea de fidelidad, entonces el superior era el legislador último del estilo. Recuerdo que en varias reuniones de superiores se hablaba de que el superior era el “custodio del estilo”.
Esta concepción rígida y exteriorista del estilo también ha contribuido a que los sodálites sean percibidos como personas hechas con el mismo molde. Al final de cuentas creo que si bien eso puede contribuir a una imagen de solidez institucional, creo que a la larga nos aleja de las personas y nos hace ver como gente ajena a sus vidas.
Lo más paradójico es que, mientras en nuestras Pautas se habla de no caer en la uniformidad, se ha establecido, en la cultura interna, un criterio de fidelidad en aspectos ridículos de formas.
COSMOVISIÓN DE LA REALIDAD
Al final de cuentas, la visión integral de la fe, el estilo propio y una aproximación a la realidad acuñada como sodálite han creado toda una cosmovisión intelectual en el Sodalicio. El Sodalicio se enorgullecía de tener una antropología “propia” que incluso se definía como integral.
Todo esto ha constituido un gran cuerpo doctrinal en donde el sodálite se tenía que “mover” intelectualmente. Era tan preciso este cuerpo que gozaba de su propia terminología para ser nombrado. Incluso se reinventaban los conceptos porque gozábamos de la aproximación correcta a la realidad.
Era tan evidente la estructuración de nuestra mente en este paradigma que la forma de expresarnos en los conceptos, las palabras, la aproximación era un molde para casi todos los sodálites. El escrito o producción literaria de un sodálite es difícil reconocerla con un sello personal. Y es que por lo general se sigue un patrón definido que condiciona el pensamiento particular.
Este cuerpo doctrinal tan universal, definido y sólido, así como esa auto-referencia institucional, ya descrita, ha propiciado un rasgo espiritual institucional tanto sutil como peligroso. Es un riesgo en toda la historia humana y religiosa que describe con agudeza Guardini y que prefiero transcribir:
"Desde el momento que existe una conciencia creyente que conoce la pura doctrina, y una autoridad que se encarga de defenderla, surge el peligro de la "ortodoxia", esa mentalidad que cree que conservar la recta doctrina es ya la salvación, pero que en virtud de la pureza de la doctrina, atenta contra la dignidad de la conciencia. Desde el momento en que se instituye una regla de salvación, un culto y un ordenamiento comunitario, surge el peligro de pensar que su realización exacta es ya la santidad a los ojos de Dios. Desde el momento en que existe una jerarquía de las funciones y de los poderes, de la tradición y del derecho, surge el peligro de ver ya el reino de Dios en la autoridad y en la obediencia mismas. Tan pronto como en lo sagrado se establecen normas y se distingue entre correcto e incorrecto, amenaza el peligro de coartar desde allí la libertad de Dios y de enmarcar como en derechos lo que viene exclusivamente de su gracia… Por muy noble que sea un pensamiento, tan pronto como penetra en el corazón humano genera en él contradicción, mentira y maldad. Esto es lo que ocurre también con lo que viene de Dios".
Pienso que las palabras de Guardini expresan rasgos de nuestra fisonomía espiritual como comunidad. Pienso que el condicionamiento doctrinal sodálite, nuestra “cosmovisión” cerrada, puede llegar a influenciar lo más profundo de nuestra conciencia moral. Yo lo he descubierto en mí y creo que no es fácil desarraigarse de estas visiones que comprometen la misma vida espiritual. Obviamente que en ello influye, en primer lugar, mis propias características personales, pero habernos creído en algún momento “la respuesta” ¿no tiene influencia en otros aspectos más sutiles en nuestra vida comunitaria y personal?
Creo que como comunidad hemos juzgado lo correcto e incorrecto, hemos llamado traidor al que se ha ido, hemos establecido la obediencia como el más alto valor para juzgar a las personas, hemos creído como comunidad que tenemos la verdad indiscutible en diversos debates, hemos determinado quién tiene vocación y quién no, hemos inventado la famosa categoría de “buen pata”, hemos ideologizado el concepto de lo “mundano”, hemos caído en proselitismos y creado mecanismos de convencimiento, etc.
Por otro lado, debemos preguntarnos qué tanto podemos percibir la realidad con toda su riqueza pensando desde dentro de este cuerpo doctrinal tan cerrado y que hemos considerado la verdad absoluta. Toda doctrina cerrada tiene el riesgo de convertirse en absolutismo y yo creo que hay rasgos de este en nosotros. Hace unas semanas un hermano que participó en la VI Asamblea plenaria del MVC me decía que se sorprendía de como los sodálites siempre hablan con el tono de tener la razón.
DESAJUSTES PERSONALES
Estoy seguro que muchas de estas reflexiones no harán eco en la sensibilidad de varios sodálites. Hasta es probable que se señalen como parte de mi problemática personal. Pero lo que sí pienso es que este sistema cerrado ha llevado a que muchas personas terminen por no encontrar un lugar en ella. La lista de personas inconformes y agobiadas en el Sodalicio es grande. Y si el motivo directo fue alguna caída o infidelidad habría que preguntarse qué influencia tuvo el sistema en ello.
Adicionalmente a esto planteo una hipótesis personal. Pienso que el desajuste personal que han sufrido y vienen sufriendo tantos hermanos en la comunidad expresado en sobrecargas de estrés, recurrencia en ayuda siquiátrica, enfermedades físicas ligadas, muchas de ellas, a crisis sicológicas, etc., no es consecuencia propiamente de un exceso de trabajo o falta de oración como está centrado en la reflexión actual sobre los ritmos de vida. En mi opinión, considerando la complejidad de cada caso, este desgaste tiene como una de sus causas un desajuste de la persona con respecto a la realidad.
Esto sería consecuencia del sistema sodálite ya que éste en sí está constituido sobre fundamentos que no responden al orden de la realidad. Por lo tanto, ha sometido a los sodálites a presiones antinaturales que terminan por quebrar sus estructuras humanas. Pongo el siguiente ejemplo: si a una autoridad se le dice, culturalmente hablando, que el rendimiento de su comunidad está ligada a “meter vocaciones” y hasta se le pone una meta numérica, algo que no depende de ninguna voluntad humana sino exclusivamente de Dios, es obvio que en algún momento, por la presión que la persona misma se autoimpone, su estructura se quiebre pues se trata de un requerimiento en contra de la lógica de la realidad. Si una persona vive permanentemente con exigencias de este tipo en su vida, la naturaleza reaccionará tarde o temprano. Lamentablemente, en muchos casos, ésta ha tenido que colapsar para dar signos de alarma.
Quiero acotar al ejemplo que di que hace tan sólo un par de meses el padre Jaime [Baertl] en una visita a la comunidad de Bogotá afirmó que lo único que nos falta a nuestra comunidad es “sacar vocaciones”. Así,
que si hay personas que piensan que estas cosas ya no están vigentes debería considerar que, tal vez, la cultura de lo antinatural está más arraigada de lo que piensa.
[VIDEO: Una historia de terror del Sodalicio]
CONCLUSIÓN
Quisiera terminar aclarando que esta es una descripción de mis impresiones personales de los hechos que he vivido en el Sodalicio. Planteo estas cuestiones como parte de mi percepción de la realidad con el deseo de que sean complementadas con las percepciones de otros. Soy consciente de que mis resonancias a todos estos hechos son propias de mi sensibilidad personal, pero no por ello deja de ser un reflejo de la realidad, tal vez parcial, pero a la espera de ser complementada y enriquecida. Soy consciente de que Dios está en los entresijos de toda esta historia. Pero a la vez entiendo que la libertad humana puede ocultar o mostrar más claramente esa presencia. Por ello es necesario la auto-crítica, la aceptación y la reparación de los errores de nuestra cooperación.
Por último, no pretendo una condena de Luis Fernando. Él tiene su oportunidad de cambio como todos nosotros. Pero tampoco debemos pensar que esa personalidad y sus circunstancias no han influido en nuestra comunidad. Mi hipótesis es que ha influenciado más de lo que se reconoce hoy en día. Si en los años de nuestra historia el 90% del tiempo hemos estado bajo la influencia directa, en distinta medida, de Luis Fernando y su prolongación en Eduardo [Regal], ¿cómo podríamos pensar que la influencia no es profunda, o mejor dicho, cultural? Dejo el tema abierto para el diálogo.
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