El primer reportaje publicado en la edición dominical del diario The Boston Globe, 2002.
A veces a los periodistas se nos presenta el gran destape como un elefante frente a los ojos y no nos damos cuenta.
Le sucedió al jefe de equipo de investigación del periódico The Boston Globe, Walter
Robinson. El 29 de julio de 2001, bajo el título de “Tirándose la
pelota”, la columnista Eileen McNamara cuestionaba que una serie de
denuncias de violación sexual de niños presentadas contra el sacerdote
John Geoghan, no avanzaban en los tribunales porque el cardenal John Law
había logrado judicialmente que nadie tuviera acceso a los documentos
de la Iglesia que eran fundamentales para sustentar las acusaciones. Al
día siguiente, el 30 de julio, cuando el nuevo editor general, Martin
Baron, le preguntó a Robinson si seguía el caso al que se refería
McNamara, contestó con arrogancia que Spotlight -que era como se llamaba
el colectivo de reporteros de investigación-, no trabajaba temas que se
publicaban en columnas de opinión.
El editor general de The Boston Globe, Martin Baron.
Al
notar el desprecio de Robinson por el asunto, Baron le ordenó dos
cosas: primero, averiguar quiénes eran los acusadores y los acusados, y,
segundo, que posibilidad existía de romper el secretismo que
resguardaba los archivos de la Iglesia de Boston sobre los clérigos
abusadores de niños. Casi medio año después, el seis de enero de 2002,
apareció el primero de 20 reportajes de investigación de Spotlight que
dejaron en evidencia la complicidad de la jerarquía eclesiástica para
ocultar a los curas violadores, que se aprovechaban de su condición
religiosa para acercarse a sus víctimas y someterlas al silencio.
Durante las indagaciones varias fuentes de los reporteros afirmaron que hacía poco tiempo que habían entregado a The Boston Globe testimonios
y documentos y el diario no publicó nada. Robinson reconocería que
cuando estaba en otra sección del periódico recibió información sobre el
caso, pero que no le dio mucha importancia. Por eso, resultó una
verdadera ironía que Robinson, a quien se le había presentado el destape
como un elefante frente a los ojos y no se había dado cuenta, recogiera
el premio Pulitzer que obtuvo el equipo que dirigía por la
extraordinaria cobertura que remeció a los católicos del mundo.
El jefe del equipo de investigación, Spotlight, Walter Robinson.
La
película de Tom McCarthy, que lleva como título el nombre del equipo de
investigación, Spotlight, es la historia de lo que ocurre entre la
primera reunión entre Baron y Robinson y la aparición del primer
reportaje. Culmina cuando aparece la primera plana de The Boston Globe, que
dice: “Por años la Iglesia consintió las violaciones de los
sacerdotes”. Retrata la obsesión de los reporteros por romper la
prohibición al acceso a los documentos eclesiásticos, la búsqueda
intensa de las víctimas de los curas depredadores sexuales, la
excavación en los archivos para detectar los patrones de encubrimiento
de la jerarquía eclesiástica y la persistencia por conseguir una
declaración oficial del cardenal Bernard Law sobre su papel en los
episodios criminales.
El
gran desafío de los periodistas que firmaron el primer reportaje
publicado -Matt Carroll, Sacha Pfeiffer, Michael Rezendes y Walter
Robinson-, fue documentar los hechos para evitar los desmentidos de la
poderosa Iglesia de Boston que amenazó con la cárcel a los reporteros si
publicaban cualquier palabra tomada de los expedientes judiciales
considerados secretos. Como un crimen es de interés público, más aún si
las víctimas son niños, los editores decidieron continuar. Carroll se
encargó de organizar un banco de datos que identificaba a los curas
abusadores; Pfeiffer se ocupó de recoger los testimonios de las víctimas
y de testigos; Rezendes se dedicó a obtener los documentos embargados; y
Robinson tuvo la misión de organizar todo el material informativo y
construir las historias.
Si
bien la película atrapa durante todo el tiempo, sin embargo deja al
final una viva curiosidad por saber qué es lo que se publicó en el
primer reportaje del seis de enero de 2002. O, mejor dicho, cómo era el
elefante que se paseó ante los ojos de Robinson sin que este se diera
cuenta. A continuación publicamos una versión de la primera entrega.
Por años la Iglesia consintió las violaciones de los sacerdotes
No obstante los antecedentes, la Arquidiócesis de Boston los transfirió de una parroquia a otra.
El sacerdote George Geoghan, a quien la jerarquía de la Iglesia lo protegió a pesar de las denuncias de abuso sexual.
Por Matt Carroll, Sacha Pfeiffer, and Michael Rezendes; y el editor Walter V. Robinson.
Desde
mediados de los años 90, más de 130 personas presentaron espantosos
testimonios relacionado a las épocas de su infancia en las que el ex
sacerdote John J. Geoghan supuestamente las acariciaba o abusaba
sexualmente durante las tres décadas en la que recorrió una media
docena de parroquias de Boston donde cumplió servicio religioso.
Casi siempre las víctimas de Geoghan eran niños de escuelas primarias. Uno tenía cuatro años de edad.
En
julio de 2002, se reveló que el cardenal de Boston, Bernard F. Law,
sabía de los problemas de Geoghan desde 1984, el año en que inició su
mandato como autoridad eclesiástica, y que aprobó la transferencia del
sacerdote a la parroquia de Santa Julia, en Weston. El abogado de Law,
Wilson D. Rogers Jr., defendió la decisión del cardenal bajo el
argumento de que la Arquidiócesis se basó en razones médicas para
transferir a Geoghan “de manera apropiada y segura”
Pero
uno de los obispos del cardenal Law consideró que la reasignación
de Geoghan a la parroquia Santa Julia en 1984, era un riesgo y se lo
hizo saber mediante una carta de protesta. Y existía una buena razón,
como lo ha conseguido descubrir el equipo de investigación Spotlight
del The Boston Globe (The
Globe, en adelante): la arquidiócesis contaba con suficiente evidencia
sobre los hábitos sexuales depredadores de Geoghan. Por ejemplo, una
declaración que el sacerdote hizo en 1980, respecto al repetido abuso
sexual de siete niños pertenecientes a una familia extensa, lo que no
consideró un “serio problema”, según los archivos de la Arquidiócesis.
El obispo de Boston, Bernard Law, encubrió a los depredadores sexuales.
La transferencia a la parroquia de Santa Julia resultó desastrosa. Primero,
a Geoghan le encargaron tres grupos de jóvenes, incluidos los
monaguillos. En 1989, fue forzado a retirarse por supuesta enfermedad
luego de nuevas acusaciones de abuso sexual y fue enviado a dos
instituciones de tratamiento de sacerdotes que cometen asaltos sexuales.
No
obstante estos hechos, la arquidiócesis retornó a Geoghan a la
parroquia de Santa Julia, donde el sacerdote abusó de más niños durante
tres años.
Ahora
que Geoghan enfrentará el primero de dos procesos criminales, y los
detalles de su compulsión sexual serán ampliamente expuestos, estos
podrían eclipsar una pregunta que perturba a los católicos: ¿Por qué
tres cardenales y varios obispos tardaron 34 años en poner a los niños
fuera del alcance de Geoghan?
Donna
Morrissey, vocera del cardenal, manifestó que ni él ni ninguna otra
autoridad de la Iglesia responderían a las preguntas sobre Geoghan.
Morrissey precisó que la Iglesia no tenía ningún interés en saber cuáles
eran las preguntas de The Globe.
Antes
que Geoghan llegara a Weston en 1984, había recibido tratamiento varias
veces y fue hospitalizado al menos en una ocasión por abusar
sexualmente de los niños. Además, había sido destituido de dos
parroquias por perpetrar los mismos delitos. En 1980, por ejemplo, fue
expectorado de la parroquia de San Andrés, en Jamaica Plain, luego de
haber aceptado libremente que violó a siete niños.
En
1981, luego de completar una licencia de un año por
enfermedad, Geoghan fue asignado a la parroquia de Brendan, Dorchester,
con pocas posibilidades de que fuera fiscalizado en dicho lugar: su
superior durante la mayor parte de los tres años en los que estuvo en
esa parroquia, el reverendo James H. Lane, confesó a sus amigos que
nunca le advirtieron de queGeoghan tenía antecedentes de abuso sexual.
En
1984, acusaciones contra Geoghan de haber abusado de niños en la
parroquia de Dorchester obligó al cardenal Law a retirarlo del lugar.
Dos meses después, el propio Law lo reubicó en la parroquia de Santa
Julia.
El
cardenal Law consintió que Geoghan residiera en Weston durante más de
ocho años antes de retirarlo del servicio parroquial, en 1993. Sin
embargo, incluso la medida de transferir a Geoghan como funcionario en
un hospicio para sacerdotes retirados, no le impidió buscar y abusar
sexualmente de los niños, de acuerdo con las múltiples demandas civiles y
penales contra el sacerdote Geoghan, de 66 años.
Hasta que en 1998, finalmente, la Iglesia apartó a Geoghan del sacerdocio.
Cada
vez que lo acusaban de violaciones sexuales, los superiores trasladaban
al cura John Geoghan a otra parroquia, donde repetía los delitos.
El
abogado defensor de Geoghan, Geoffrey Packard, afirmó que su cliente no
haría ningún comentario respecto a cualquiera de las acusaciones en su
contra. El primer juicio a Geoghan por asalto sexual está
previsto para el 14 de enero de 2003 ante la Corte Superior de
Middlesex. Un conjunto de imputaciones más graves será ventilado en la
Corte Superior de Suffolk, a fines de febrero. Ante las demandas
civiles Geoghan no ha acreditado abogado y no ha respondido a las
acusaciones.
El
argumento legal de la Iglesia, c0mo dio a entender Rogers en julio
último, es que los médicos consideraron que Geoghan se había
rehabilitado. Copias de los archivos de la Iglesia conseguidos por The
Globe señalan que Geoghan fue asignado a la parroquia de Santa Julia
luego de haber sido dado de alta, pero él ya tenía un mes en el lugar.
En
1984, todavía había médicos que creían que los abusadores sexuales de
niños podían ser curados. Sin embargo, desde hacía tiempo otros
especialistas advirtieron a los obispos católicos sobre el alto riesgo
que representaban los sacerdotes que habían abusado de los menores
porque podían repetir sus ataques en otras víctimas.
Es
más, los expertos en abuso sexual de niños, y los abogados que han
representado a las víctimas, manifestaron que en 1984 debió ser evidente
para la Arquidiócesis que alguien con los antecedentes de Geoghan como
reincidente violador sexual, no debió haber sido reasignado a una
parroquia.
“En
lo que respecta a Geoghan, la Iglesia desafió sus más básicos valores
de protección a los menores y de fomentar el celibato”, afirmó el ex
sacerdote A. W. Richard Sipe. Psicoterapeuta y experto en abusos
sexuales cometidos por miembros del clero, Sipe declaró que durante
mucho tiempo se ha creído que la Iglesia Católica ha sido muy lenta para
enfrentar a los sacerdotes que abusan de los niños.
El
Spotlight Team, el equipo de investigación de The Globe, encontró
evidencia de que un miembro del entorno del cardenal Law estuvo
preocupado por los alcances del escándalo protagonizado por Geoghan en
la parroquia de Santa Julia, en Weston, donde comenzó a trabajar el 13
de noviembre de 1984. Poco después, el siete de diciembre, el obispo
John M. D’Arcy escribió al cardenal Law para criticar la decisión de la
autoridad eclesiástica de darle otro empleo a Geoghan, no obstante “la
historia de sus relaciones homosexuales con jovencitos”.
El obispo John D’Arcy protestó ante el cardenal Law porque trasladó de una parroquia a otra al sacerdote pedófilo Geoghan.
Algunas
semanas después, dos médicos dieron de alta a Geoghan para que
cumpliera con su misión pastoral, de acuerdo con la cronología que
entregó la Arquidiócesis a las autoridades judiciales. Se puede leer:
“11 de diciembre de 1984: Dr. (Robert) Mullins:
Padre Geoghan ‘plenamente recuperado’. 14 de diciembre de 1984: Dr.
(John H.) Brennan: “No hay contraindicaciones psiquiátricas o
restricciones para su trabajo como párroco”.
En
los archivos también se encuentra una conmovedora –y profética- carta
al predecesor de Law, el fallecido cardenal Humberto Medeiros, a quien
escribió la tía de las siete víctimas de Geoghan en la parroquia de
Jaimaica Plain, expresando incredulidad por la Iglesia de la que era
devota, después de enterarse de que se le dio una nueva oportunidad
a Geoghan en la parroquia de San Brendan después de lo que le había
hecho a su familia.
“Al
margen de lo que él diga, o de lo que afirme el médico que lo trató, no
creo que se haya curado. Sus acciones demuestran claramente que no ha
sanado, porque no hay seguridad de que personas con este tipo de
obsesiones se curen algún día”, señaló Margaret Gallant en la carta de
protesta al cardenal Medeiros.
“Me avergüenza que la Iglesia sea tan negligente”, escribió Gallant.
Los
archivos de la Arquidiócesis obtenidos por The Globe dejan en claro por
qué Gallant escribió su airada carta dos años después de cometidos los
abusos: Geoghan reapareció en Jamaica Plain, y había sido visto con un
jovencito. Al siguiente mes, alguien anotó en los documentos: “Otra
carta de la señora Gallant. ¿Por qué no se está haciendo nada?”.
Desde
lo ocurrido en Jamaica Plain, las autoridades de la Arquidiócesis
estaban enterados de la atracción que el padre Geoghan sentía por los
jovencitos y cómo elegía a sus víctimas: el afable Geoghan
frecuentemente se relacionada con las madres católicas de familias
numerosas que luchaban por superarse, por lo general solas. El sacerdote
ofrecía su ayuda y a cambio las mujeres sin sospechar nada les
entregaban a sus hijos para que fueran a tomar helado o a rezar juntos
antes de dormir.
Así
fue como el padre Geoghan se acercó a Patrick McSorley, de 12 años de
edad, quien vivía en un proyecto de viviendas de Hyde Park. Ocurrió en
1986, dos años después que asignaran al sacerdote a Weston.
Patrick McSorley fue violado por el sacerdote Geoghan cuando tan solo tenía 12 años de edad.
De
acuerdo con McSorley, Geoghan sabía que su familia era de St. Andrew,
que su padre se había suicidado y se presentó a darle sus condolencias a
su madre, que sufría de esquizofrenia. El cura entonces ofreció a
Patrick comprarle un helado.
“Me sentí un poco extraño cuando me lo dijo”, recordó McSorley en una entrevista: “Tenía 12 años y él era un hombre viejo”.
McSorley
dijo que Geoghan lo acompañó hasta su casa luego de terminar el helado
para supuestamente consolar al muchacho por la pérdida de su padre. De
pronto el sacerdote comenzó a tocarle una pierna y deslizó su mano hasta
la entrepierna. “Me quedé inmóvil”, relató McSorley: “No sabía qué
pensar. Luego, él (Geoghan) colocó su mano en mis genitales y comenzó a
masturbarme. Me quedé petrificado”. McSorley añadió que Geoghan luego se
masturbó así mismo.
Cuando
Geoghan dejó a un choqueado McSorlen fuera de la casa de su madre, le
pidió que mantuviera en secreto lo que había sucedido. “Me dijo:
‘Estaremos muy bien si guardamos los secretos’”, declaró McSorlen.
Por
muchos años McSorley luchó contra el alcoholismo y la depresión. Ahora
es uno de los firmantes de la demanda contra Geoghan. McSorley está
mortificado. “Enterarme después que la Iglesia católica sabía que
(Geoghan) molestaba a los niños, cada día me amarga más y más”, afirmó
McSorley.
Muchos documentos están embargados
Las
cartas del obispo D’Arcy y Margaret Gallant fueron algunos de los
documentos que encontró The Globe durante la revisión de los archivos
públicos de las 84 demandas civiles contra Geoghan pendientes de
resolución. A pesar de la notoriedad del caso de Geoghan, los archivos
públicos sobre este son llamativamente pobres. Esto se explica porque
casi todas las evidencias sobre la supervisión de la Iglesia respecto a
Geoghan, se mantiene bajo confidencialidad por mandato judicial otorgada
a petición de los abogados del Arzobispado.
En noviembre (de 2001), en respuesta a un requerimiento de The Globe, la
jueza del Tribunal Superior, Constance Sweeney, ordenó que dichos
documentos fueran públicos. Sin embargo, el Arzobispado se opuso a la
decisión judicial ante la Corte de Apelaciones del Estado, con el
argumento de que The Globe –y el público- no deben tener acceso a
documentos sobre el funcionamiento interno de la Iglesia. La apelación
fue rechazada al mes siguiente. Los documentos, que contienen las
declaraciones de los obispos y archivos personales de varios implicados,
serán públicos desde el 26 de enero (de 2002).
La
jueza Constance M. Sweeney ledio la razón a los periodistas y levantó
la prohibición de acceso a los documentos de la Iglesia.
El
cardenal y cinco obispos que supervisaron a Goerghan a través de los
años han sido acusados de negligencia en muchas demandas civiles que
alegan que estos sabían de los abusos del sacerdote y no hicieron nada
para detenerlo. Nunca antes tantos obispos tuvieron que defender su
papel en un caso judicial contra un solo sacerdote acusado de abusos
sexuales. Los cinco obispos, quienes fueron designados para dirigir sus
propias diócesis desde que se conocieron los hechos, son Thomas V.
Daily, de Brooklyn, Nueva York; Robet J. Bancos, de Green Bay,
Wisconsin; William F. Murphy, de Rockville Center, Nueva York; John B.
McCormack, de Manchester, New Hampshire; y Alfred C. Hughes, de New
Orleans. El cardenal Law y los cinco obispos negaron todas las
acusaciones, según los expedientes judiciales.
Ninguna diócesis de los Estados Unidos se ha enfrentado a un escándalo de dimensiones parecidas desde 1992. En
ese año, en la diócesis de Fall River, donde ex sacerdote James Porter
abusó de más de cien menores, se hizo pública la evidencia de que los
superiores del acusado –incluyendo en los años 60, el entonces monseñor
Medeiros-, lo cambiaban una y otra vez de parroquia cada vez que los
padres de familia se enteraban de que se trataba de un abusador
compulsivo.
Desde
1997, la Arquidiócesis ha recibido cerca de 50 demandas contra Geoghan y
reclamos de indemnización por más de 10 millones de dólares, sin
embargo los expedientes judiciales son confidenciales y no pueden ser
públicos.
Los
demandantes de los 84 casos pendientes se niegan a resolver tan
fácilmente sus reclamaciones, y los documentos internos de la Iglesia
están sujetos a ser revelados solamente durante el proceso judicial. La
Arquidiócesis se ha movilizado agresivamente para mantener fuera del
escrutinio público los reportes de la supervisión a Geoghan. Por
ejemplo, cuando el cardenal Law fue nombrado como acusado en 25
demandas, Rogers le pidió al juez reservar cualquier referencia a la
autoridad clerical bajo el argumento de que su reputación podría ser
dañada. El juez se negó a hacerlo.
El
17 de diciembre (de 2001), el abogado del cardenal Law, Wilson D.
Rogers Jr., amenazó al defensor legal de The Globe, Jonathan M. Albano,
que iniciaría acciones judiciales contra el periódico y el estudio que
lo representaba si el diario publicaba cualquier referencia tomada de
los documentos reservados contenidos en las demandas. Advirtió que
buscaría que un tribunal sancionara a los reporteros de The Globe si
estos preguntaban sobre los sacerdotes involucrados en el caso.
El
abogado del cardenal Law, Wilson Rogers Jr., amenazó con demandar al
periódico si los reporteros citaban los documentos de la Iglesia sobre
las violaciones sexuales.
Durante
décadas dentro de la Iglesia Católica estadounidense el comportamiento
sexual indebido de los sacerdotes fue envuelto por el secretismo. Los
curas abusivos –Geoghan, entre ellos-, con frecuencia presionaban a los
traumatizados jóvenes a no decir nada sobre lo que les habían hecho. Los
padres de familia que se enteraron de los abusos, frecuentemente
afectados por la vergüenza, la culpa y la negación, trataron de olvidar
todo lo que hizo la Iglesia. Los pocos que se quejaban fueron
invariablemente urgidos a que guardaran silencio. Por su parte, los
obispos y pastores vieron el abuso sexual como un pecado del que los
sacerdotes podían arrepentirse y no como un acto compulsivo del que
estos eran incapaces de controlar.
El
Estado de Massachussetts garantizó por ley el secretismo y lo sigue
haciendo. Durante todos los años que Geoghan abusaba sexualmente de los
niños, los clérigos estaban exceptuados de las leyes que permiten
iniciar acciones penales con un solo reporte policial de un incidente de
abuso sexual.
Hasta años recientes, la Iglesia tenía un poco de temor a los tribunales. Pero
esto cambió, como predijo un reporte confidencial de 1985, preparado
por presión de algunos importantes obispos del país, Law entre ellos.
“Nuestra dependencia en el pasado de los jueces y abogados católicos
romanos que protegen a la Diócesis y a los sacerdotes, ya no existe”,
señala el informe.
Desde
mediados de diciembre (de 2001), The Globe has solicitado entrevistas
con el cardenal Law y otras autoridades de la Iglesia. No recibimos
respuesta hasta que Morrissey en una tardía llamada en la noche del
viernes nos dijo que ni siquiera aceptaría preguntas por escrito.
Consultado si eso significaba que la Arquidiócesis ni siquiera tenía
interés en saber cuáles eran las preguntas, Morrissey contestó: “Eso es
correcto”.
Durante
la preparación de este reportaje The Globe también pidió entrevistas a
muchos de los sacerdotes y obispos que supervisaron o trabajaron con
Geoghan. Ninguno de los obispos quiso hacer comentarios. De los
sacerdotes, muy pocos querían hablar públicamente. Un cura colgó el
teléfono y otro tiró la puerta ni bien escuchó la mención del nombre de
Geoghan.
Después de ordenarse, se reportaron los abusos.
No
hay dudas de que Geoghan abusó de los niños cuando estuvo en la iglesia
Santísimo Sacramento, en Saugus, después de que se ordenara en 1962.
Recientemente la Arquidiócesis reconoció que recibió acusaciones contra
el clérigo por su conducta, además archivos obtenidos por The Globe
señalan que en 1995 Geoghan aceptó que en esa época violó a cuatro niños
de la misma familia. El punto irresuelto en las demandas es si las
autoridades eclesiásticas conocían de los abusos en esa época.
El
sacerdote retirado Anthony Benzevich dijo que alertó a los altos
funcionarios de la Iglesia de que Geoghan frecuentemente llevaba a
muchachos a su dormitorio. Después que se publicaron en la prensa las
acusaciones contra el clérigo Geoghan, consignaron declaraciones de
Benzevich quienes aseguraba que las autoridades de la Iglesia con
enviarlo a Sudamérica como misionero si seguía hablando del perpetrador
sexual. Benzevich relató su historia a Mitchell Garabedian, el abogado
defensor de casi la totalidad de los que demandaron a Geoghan y
funcionarios de la Iglesia, de acuerdo con la declaración jurada
presentada por el letrado.
El abogado defensor de las víctimas, Mitchell Garabedian, tuvo un papel decisivo en la investigación de los periodistas.
Sin
embargo, los registros judiciales que revisó The Globe revelan que
cuando Benzevich se presentó en el estudio de Garabedian para presentar
preparar su manifestación en la audiencia de octubre de 2000, estuvo
acompañado del abogado de Wilson Rogers III, hijo del principal defensor
del cardenal Law. Bajo juramento, Benzevich cambió de versión. Dijo que
no estaba seguro de que Geoghan tuvo niños en su dormitorio. Y añadió
que no recordaba si notificó a sus superiores sobre el comportamiento de
Geoghan con los niños.
En una reciente entrevista con The Globe, Benzevich recordó que, efectivamente, Geoghan llevaba niños a su habitación. Añadió
que a menudo luchaba con los menores, a los que le gustaba vestirlos
con atuendos de sacerdote. Y repitió su afirmación bajo juramento de que
no recuerda si dio aviso a sus superiores.
Antes
de ofrecer su testimonio a los tribunales, Benzevich dijo que se le
acercó el abogado Wilson Rogers III y le informó que la Iglesia lo
estaba tratando de proteger ante una eventual acusación en su contra y
le ofreció defenderlo. Después de esto, Benzevich explicó que sus
declaraciones a la prensa habían sido mal interpretadas.
Basándose
en el mandato judicial de confidencialidad, no quiso abordar el caso de
Benzevich ante The Globe. Si se comprueba que los superiores de Geoghan
conocían de los abusos sexuales que cometía, el monto de las
indemnizaciones que tendría que pagar la Iglesia a las víctimas
aumentaría drásticamente.
La
segunda asignación de Geoghan fue en la iglesia de San Bernardo, en
Concord, en 1966. Solo duró siete meses, de acuerdo con una cronología
detallada del servicio de Geoghan que preparó la Iglesia pero que no
explica por qué el clérigo estuvo por tan corto tiempo en dicha
parroquia.
Entre
las demandas pendientes de resolución se incluyen acusaciones de que
Geoghan volvió a abusar de niños de muchas familias en la siguiente
parroquia en la que sirvió, San Paul, en Hingham, entre 1967 y 1974. Una
de sus presuntas víctimas, Anthony Muzzi hijo, declaró en una
entrevista la semana pasada que, además de haber sido abusado por el
sacerdote, su tío acusó a Geoghan de haber violado a su hijo. El tío
ordenó a Geoghan retirarse de su casa y lo denunció ante sus superiores
de la iglesia de San Paul.
Cada
vez que los acusaban por las violaciones sexuales de niños, los
superiores de Geoghan, en lugar de ponerlo en manos de la justicia, lo
trasladaban de parroquia. No era el único.
La
queja ante las autoridades de la Iglesia coincide con el periodo de
tiempo en el que Geoghan recibió un tratamiento hospitalario para
abusadores sexuales en el Instituto Seton, en Baltimore, según Sipe, el
psicoterapista que era parte del personal del establecimiento de salud
en ese momento. Pero Sipe no trató a Geoghan.
Durante
su estancia en Hingham, Geoghan buscó víctimas en lugares más lejanos.
Se hizo amigo de Joanne Mueller, una madre soltera de cuatro niños que
vivía en Melrose. De acuerdo con las manifestaciones judiciales, el
sacerdote se convirtió en un visitante regular, en un consejero
espiritual y compañero para sus hijos que tenían entre 5 y 12 años de
edad.
Según
testificó Mueller, su segundo hijo se le acercó y le dijo que
mantuviera lejos de él a Geoghan. “No quiero que él le siga haciendo eso
a mi pipí, no quiero que siga tocando mi pipí…”, recordó Mueller que le
pidió su hijo.
De
acuerdo con la manifestación judicial de Mueller, llamó a sus otros
tres hijos y estos le dijeron que Geoghan, aprovechando que se los
llevaba a tomar un helado, o ayudándolos en la ducha, o leyéndoles
cuentos antes de dormir, los violaba oral y analmente. Mueller también
afirmó que Geoghan presionó a sus hijos para que no dijeran nada a
nadie. “No pudimos decirte nada porque el padre dijo que estábamos bajo
confesión”, relató a Muller uno de sus hijos.
Mueller
declaró que inmediatamente llevó a sus hijos ante el reverendo Paul E.
Miceli, el párroco de la iglesia de Santa María, en Melrose, quien
conocía tanto a Geoghan como a la madre de familia.
Ella
testificó que Miceli le aseguró que Geoghan sería puesto en manos de
las autoridades eclesiásticas correspondientes para que “nunca más
vuelva a ser sacerdote”. Mueller también afirmó que Miceli le
pidió que mantuviera el caso en reserva. “Esto ha sido tan malo, que
mejor intenta no pensar más en el asunto. Nunca más volverá a ocurrir”,
le dijo Miceli.
El
reverendo Paul Miceli recibió una denuncia de una madre contra Geoghan
por la violación de sus hijos. En el juicio, Miceli diría que no sabía
nada.
Pero
Miceli, quien hasta hace poco fue miembro del círculo íntimo del
cardenal Law, contradijo a Mueller durante el juicio. Aseguró que no
recordaba su nombre y que nunca había recibido una visita con las
características que describió la madre de familia. Pero reconoció que
había recibido la llamada de una mujer que dijo que Geoghan pasaba
demasiado tiempo con sus hijos.
El
clérigo declaró que la persona que se comunicó con él no mencionó para
nada los abusos sexuales. Sin embargo, Miceli manifestó que envió a
Geoghan a una nueva parroquia, en Jamaica Plain, para Geoghan enfrentara
cara a cara las quejas de la mujer.
Las familias necesitadas eran las más vulnerables
Si
Mueller facilitó a Geoghan acceso a sus niños en su casa de Melrose sin
saber de quién se trataba, algo parecido hizo Maryetta Dussourd en la
siguiente parada del sacerdote, en la iglesia de San Andrés, en la zona
de Forest Hills, en Jamaica Hills, entre 1974 y 1980.
Maryetta
Dussourd acusó al sacerdote Geoghan de haber abusado de siete menores
en su casa. Las autoridades de la Iglesia le pidieron que no hiciera
público el caso y que castigarían al pedófilo. Nunca lo hicieron.
Dussourd
criaba a tres niños y una niña y a otro cuatro hijos de su sobrina. En
el complicado vecindario donde vivía, ella declaró que esperaba que sus
niños admirasen a un sacerdote. Entonces ella se encontró con Geoghan,
quien supervisaba a los monaguillos y boys scouts en la parroquia.
Recordó
con amargura que Geoghan le dijo que estaba dispuesto a ayudarla. Al
poco tiempo el sacerdote comenzó a visitarla en su departamento casi
todas las noches durante dos años. Cotidianamente llevaba a los siete
niños a beber helados y los hacía dormir cada noche.
Durante todo ese tiempo, Geoghan sistemáticamente molestaba a los siete niños en sus dormitorios, declaró Dussourd. En
algunos casos, practicó sexo oral con todos, de acuerdo con los
documentos judiciales. En otras ocasiones, mientras él rezaba,
acariciaba los genitales de los niños o los forzaba a que lo hicieran
con los suyos.
Un
documento arquidiocesano de 1994 sellado como “personal y
confidencial”, señala que Geoghan se quedaba en el hogar de Dussourd,
“incluso cuando estaba de retiro, porque extrañaba mucho a los niños. Él
‘los tocaba cuando ellos dormían y los despertaba para jugar con sus
penes’”.
Dussourd
descubrió lo que ocurría después que los niños finalmente le contaron a
su hermana, Margaret Gallant. Horrorizada, Dussourd se quejó ante el
reverendo John E. Thomas, párroco de Santo Tomás de Aquino, una iglesia
cercana, según el expediente judicial del caso, las declaraciones de
Dussourd y una autoridad eclesiástica que pidió que no la identificaran.
Thomas
confrontó a Geoghan ante las acusaciones y quedó sorprendido cuando el
clérigo aceptó casualmente que eran ciertas. “Me dijo: ‘Sí, todo es
verdad’”, recordó la autoridad eclesiástica. Era como si se le hubiese
preguntado a Geoghan, “si prefería un helado de vainilla o de
chocolate”.
Thomas
de inmediato se dirigió a las oficinas de la Arquidiócesis en Brighton
para darle cuenta a Daily. Ante la presencia de Thomas, en la tarde del
sábado 9 de febrero de 1980 Daily telefoneó a Geoghan que se encontraba
en la parroquia de San Andrés, y en una breve conversación, le dio una
orden terminante: “Vete a casa”, dijo la autoridad eclesiástica.
El
reverendo Francis H. Delaney, quien fuera pastor de Geoghan en San
Andrés, dijo en una entrevista que las autoridades de la Iglesia nunca
le dijeron porque el clérigo desapareció de la parroquia.
Varias
semanas después, relató Dussourd, un contrito Thomas se presentó en su
departamento y le dijo que Geoghan había confesado que abusó de los
niños, pero disculpó su comportamiento arguyendo ante el pastor: “Solo
fueron dos familias”.
Thomas,
cumpliendo con el patrón común de los clérigos de la época, más tarde
le pidió a Dussourd no cumplir con su amenaza de hacer público lo
ocurrido, manifestó la madre de familia. El clérigo le recordó los años
que Geoghan pasó estudiando para el sacerdocio y las consecuencias de lo
que le pasaría si las acusaciones se ventilaban. “¿Te das cuenta de lo
que le harías?”, dijo Dussourd que Thomas le preguntó, según su versión.
Thomas, que ahora está retirado, no quiso ser entrevistado.
Un
documento de la Arquidiócesis fechado en 1994 que resume los frecuentes
problemas de Geoghan señala sobre los siete niños: “El padre Geoghan
‘admite la actividad pero no siente que sea grave o un problema
pastoral’”.
El
siguiente año Geoghan estuvo de baja por enfermedad, bajo tratamiento
por su compulsión sexual, pero vivía en familia en West Roxbury. En
febrero de 1981, fue enviado a la quinta parroquia de su carrera, San
Brendan.
Casi
inmediatamente, Geoghan empezó a trabajar con los padres y sus hijos
que se preparaban para la Primera Comunión, incluso llevando a algunos
de los chicos a la casa de verano de su familia en Scituate (Plymouth,
Massachussetts, donde –según los padres dicen que descubrieron-, el
sacerdote abusó sexualmente de los menores.
Geoghan
dio rienda a sus instintos debido a que la Arquidiócesis nunca le dijo
nada al párroco de San Brendan sobre la historia del sacerdote, de
acuerdo con un profesor de la parroquia a quien Lane le había confiado
lo sucedido.
El
profesor de San Brendan, quien pidió no ser identificado, dijo que al
principio Geoghan era admirado porque dedicaba gran parte de su tiempo a
los niños. Pero con el tiempo algunos feligreses empezaron a sospechar.
“Sabíamos que algo no andaba bien”, señaló el profesor: “(Geoghan) solo
se fijaba en algunos niños”.
Dos
años después y de más acusaciones de abuso sexual, la continuidad de
Geoghan tuvo un abrupto final en 1984 cuando Lane Lane escuchó las
acusaciones de que el clérigo había abusado de los niños en la
parroquia.
El
profesor dijo que Lane estaba devastado que se quebró cuando le dio la
noticia. Estaba indignado porque no había sido advertido. “El padre Lane
estaba casi destruido por lo sucedido”, declaró el profesor.
Lane
está hoy retirado. Cuando un reportero de The Globe lo buscó hace poco,
cerró la puerta ni bien se le mencionó el nombre de Geoghan.
El cardenal Law negó haber intentado “pasar por alto el problema”
Hace
poco, el cardenal Bernard Law escribió en su defensa en el periódico
arquidiocesano “El Conductor”: “Nunca hubo un esfuerzo de mi parte por
trasladar un problema de un lugar a otro”.
Después
de la afirmación del cardenal siguió la desclasificación de los
documentos judiciales, en los que se menciona que en septiembre de 1984
fue informado de cuatro acusaciones contra Geoghan de haber abusado de
siete niños en Jamaica Plain. Ante el tribunal, Law afirmó que notificó a
Geoghan de que sería cambiado de la iglesia de San Brendan y que se
encontraba “a la espera de otro destino”.
La
respuesta legal del cardenal Law, entendida como su reacción a la
demanda presentada en su contra, omite cualquier referencia a los abusos
sexuales de niños cometidos por Geoghan en San Brendan, en Dorchester.
A
pesar de sus antecedentes, Geoghan fue asignado a la parroquia de Santa
Julia. En sus primeros dos años estuvo a cargo de los monaguillos, la
educación religiosa para los menores de las escuelas públicas y de un
grupo de jóvenes, según los directorios anuales de la parroquia. Tres
semanas después de que Geoghan llegase a Weston, el obispo D’Arcy
protestó por la asignación ante el cardenal Law, recordando los
problemas que tenía el clérigo y añadió: “Entiendo que su reciente re
pentina salida de la parroquia de San Brendan, en Dorchester, estaría relacionada con este problema”.
Una
copia de la carta contiene un párrafo manuscrito en aparente referencia
al reverendo Nicholas Driscoll, quien confirmó que la última semana
había sido cambiado de la parroquia de Santa Julia antes de la llegada
de Geoghan, pero por problemas de alcohol y depresión, no por abusos
sexuales. Es por esto que D’Arcy manifestó su preocupación “por el
estallido de un gran escándalo en esta parroquia”. Y añadió: “Si ocurre
algo” los feligreses sentirán que la Arquidiócesis “simplemente les
envía sacerdotes con problemas”.
D’Arcy
instó al cardenal Law que considerara restringir los servicios de fin
de semana de Geoghan “mientras reciba algún tipo de tratamiento”. The
Globe no pudo encontrar ninguna evidencia de que Law aceptó el consejo.
El obispo retirado Francis S. Rossiter, el superior de Geoghan en Santa
Julia, rechazó la solicitud de una entrevista que se le hizo la semana
pasada. Sin embargo, los archivos de la Iglesia consignan que Rossiter
estaba informado del caso de Geoghan.
Las
demandas civiles y criminales que Geoghan enfrenta en los condados de
Middlesex y Suffolk indican que el sacerdote abusó sexualmente al menos a
30 niños más después que el cardenal Law lo envió a Weston, en 1984,
antes y después de la licencia de medio año que se le otorgó por
enfermedad, en 1989.
Luego
que Geoghan retornó a la iglesia de Santa Julia, en 1989, tuvieron que
transcurrir 38 meses para que Law lo sacara de la parroquia. Tres años
más tarde, Geoghan continuaba buscando víctimas, entre quienes se
encontraban un monaguillo que estaba ataviado para una ceremonia de
bautizo, de acuerdo con los cargos criminales presentados contra el
sacerdote.
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